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Posted by : El día del Espectador
mayo 13, 2013
HIMAR
R. AFONSO
Dentro
del panorama actual, un cineasta del que merece la pena hablar es
Michael Mann (a pesar de que lleva unos años sin estrenar nada,
salvo en televisión), cuya propuesta cinematográfica ejemplifica,
de alguna manera, ese ideal
de hibridación entre “lo viejo y lo nuevo”.
Esto
se percibe, principalmente, en una línea predominante dentro de su
obra: el cine negro. Podría
decirse que el director estadounidense ha renovado en cierta medida
el género y la forma de presentarlo.
Títulos como Heat
(1995), Collateral
(2004) o Enemigos públicos
(Public Enemies, 2009) demuestran una
vocación estética muy sugerente, un lenguaje audiovisual que da
sentido a la acción y a la trama del thriller
y el cine de atracos. De
hecho, es evidente que el
mayor interés que despierta el cine de Mann reside, a menudo, en su
estilo formal, la sensualidad intimista de sus planos y la maestría
de sus secuencias de acción.

Como
hemos comentado, los signos de identidad de este director están en
el estilo formal, que es más palpable en sus películas de cine
noir,
ya que introduce planos en
primera persona como si de un videojuego se tratase o realiza
tiroteos de gran envergadura con una admirable noción del espacio;
quiere esto decir que en este tipo de secuencias el espectador tiene
claro dónde se encuentra cada personaje, hacia dónde está
disparando y, en general, cómo se está desarrollando la situación,
algo poco frecuente. El
tiroteo de Heat
es, probablemente (al 100% seguro en mi opinión), el mejor tiroteo
rodado de todos los tiempos (con el permiso de Grupo
salvaje [The Wild
Bunch, 1969] de Peckinpah), puesto a prueba únicamente por otras de
sus películas. Y lo cierto es que, en general, las obras de acción
de Mann han creado esa expectativa en cuanto al momento del clímax
narrativo que llega con el esperado tiroteo.
Tras Heat,
son claves el tiroteo de la discoteca en Collateral,
el del descampado industrial en Corrupción
en Miami (lo único que
merece la pena del filme) o el virtuoso tiroteo en la casa de John
Dilinger en Enemigos
públicos (tal cual ocurrió
en la realidad).

Por
su parte, Enemigos públicos
(su última cinta hasta el momento) recurre a la inmediatez, tanto
como un recurso narrativo como en una metáfora de la propia
personalidad y vida de Dillinger, despreocupado y poco previsor en
una vida de robo y fuga. Esa
inmediatez resta, a
priori, consistencia
a los personajes, que a cambio se desarrollan de una forma más
instintiva, más sincera, más real.
El interés de esta propuesta está en cómo se adaptan al género y
no tratan de insuflarle tintes de drama (que no dramáticos) para
acercarse a los personajes, sino que aceptan la estructura narrativa
y los presenta dentro de ese discurso.
Por
último, en este grupo de filmes noir
cabe destacar el elemento del “cara a cara” entre protagonista y
antagonista, si bien es cierto que cuesta diferenciar por momentos
esta separación, lo cual
lo hace más interesante. Y en este caso, la mayoría cumplen este
eficaz recurso: Vincent Hana y Neil McCauley en Heat,
Vincent y Max en Collateral
o John Dillinger y Melvin Purvis en Enemigos
públicos. Un
recurso que, por un lado, condensa toda la trama en el terreno
personal de dos fuerzas contrarias y, por el otro, otorga testimonios
personales al abanico de acontecimientos verosímiles pero tan
desconocidos que se recrea.
Tras
unos años sin presencia en cartelera, volvió a la televisión en
2011 de la mano de HBO para crear Luck,
serie que fue cancelada durante el rodaje de su segunda temporada (de
la cual tenemos una crítica en El Día del Espectador) para, a día
de hoy, tener varios proyectos a mano, si bien no puedo confirmar
cuál de ellos saldrá primero a la luz, parece que será un thriller
sobre atracos cibernéticos con Chris Hemsworth de protagonista.

El cine de Michael Mann es justamente lo que escribes, en particular me recuerda más a Peckinpah y Frankenheimer, por el enfoque en la acción a partir del trabajo de los protagonistas, pero entiendo que en planos se acerca a la perfección que buscaba Kubrick. Comparto lo del final, el cine de Mann nos genera conflictos morales, se deben tomar decisiones y, como también lo hace Christopher Nolan en la mayoría de sus películas, hagas lo que hagas lo bueno siempre prevalece.
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