Posted by : El día del Espectador febrero 04, 2013



1963: la victoria de la Unión se empieza a percibir entre las tropas confederadas. En uno de los batallones luchan juntos Devil Anse Hatfield y Randolph McCoy, Kevin Costner y Bill Paxton, vecinos y lideres de dos clanes familiares separados por el río Tug Fork y las fronteras de Virginia Occidental y Kentucky. Devil Anse decide desertar para volver con su familia, hecho que considera inadmisible Randolph  debido a su concepción del honor. A partir de ese momento comenzará una rivalidad entre las dos familias que provocará un auténtico baño de sangre y se convertirá en parte capital de la historia de los Estados Unidos de América.

Con motivo de la celebración del 150º aniversario de este acontecimiento el canal Historia se lanzó a producir su primera miniserie (en realidad es su segunda producción, la primera no se emitió, The Kennedys). Para ello conto con la ayuda de una de las figuras claves de la historia del western como es el señor Costner y con el realizador Kevin Reynolds, gran amigo del primero. El canal puede estar contento con el resultado, que si bien no pasará a la historia, ofrece un buen entretenimiento durante las casi 6 horas de duración. Tras el éxito de crítica y audiencia obtenido han decidido continuar con la producción de ficción y en apenas dos meses nos traerán una serie sobre los vikingos con el creador de Los Tudor a los mandos.
Si bien la miniserie se ha vendido como la vuelta del gran género por excelencia y su trailer así lo prometía, no se puede considerar un western en el sentido más puro de la palabra. Está más cerca del drama familiar, del culebrón si queremos llamarlo así, que del western en su concepción clásica. Claro que tiene elementos, pero la miniserie se centra en las relaciones familiares, en el odio que se cuece a fuego lento; a la vez que muestra una parte vital de la construcción del estado norteamericano y de los ideales de justicia personal y la ley de las armas que sigue imperando en parte del ideario de su sociedad.
Tom Berenger, un hombre sin escrúpulos
También  tiene  una pretensión historicista, algo de crónica propia del canal que la produce y encontraremos por el camino la presencia de sheriffs, ,pioneros, pistoleros o abogados que marcan la evolución del oeste y que tantas veces hemos visto en los western. Como miniserie más cercana a la mitología del género debemos fijarnos en la anterior Los protectores, de Walter Hill, si bien el último gran western realizado es el remake de 3:10 to Juma dirigido por James Mangold en 2007, que consigue actualizar los códigos del western sin perder su verdadera esencia, algo que pueden comprobar los aficionados al género por excelencia.

Hatfield & McCoys destaca por su fidelidad histórica en la representación de escenarios, personajes o tiroteos. Se apuesta por un western sucio, terrenal, pero sin entrar en la oscuridad de obras como Sin Perdón para no asustar al público, combinado con una bella iluminación y una gran banda sonora. Los personajes escupen, apestan, su ropa está cubierta de barro y suciedad y se disputan terrenos y animales; pero también bailan o se enamoran en un plácido lago. En definitiva, pueden verse como paletos, pero simplemente es un reflejo de como era el mundo rural en cualquier parte del mundo. Muchos de ellos analfabetos y con un arma en la mano: peligro mortal. A ello ayuda un gran diseño de producción, unos escenarios naturales potentes y un reparto espléndido entre los que destacan nombres como Jena Malone, Tom Berenger, Powers Boothe o Lindsay Pulsipher.
Jena Malone
La serie cuenta con un gran abanico de personajes fácilmente identificables, que si bien solo evolucionan unos pocos a lo largo de la obra todos cumplen en mayor medida con una función. Sin embargo aquí encontramos uno de los fallos de la miniserie, la gran diferencia de trato entre el personaje de Kevin Costner y el de Bill Paxton: ambas familias comenten todo tipo de asesinatos y fechorías pero el espectador siente simpatía hacia el primero, mientras el segundo queda relegado a un muñeco de trapo analfabeto, fanático y estúpidamente religioso que se dedica a gritar, cabrearse y emborracharse. Aquí se nota quién produce la serie y quién es la estrella (Costner).


La miniserie es dura y sangrienta, con escenas impactantes, pero no hacen daño al espectador, terminan quedándose en un plano un tanto superficial para las barbaridades que se relatan (al final casi es una miniserie para ver en familia, de ahí el gran éxito de audiencia). De los tres capítulos en que se divide la producción el  mejor es el primero, consiguiendo un auténtico suspense y explicando con acierto la irracionalidad del odio entre ambas familias incluida una historia de amor a lo Romeo y Julieta. A partir de la mitad del segundo capítulo la serie pierde ritmo, se vuelve un tanto repetitiva, se abusa del drama, se abre demasiado el espectro de personajes y falla en la realización de la gran batalla (un poco de leyenda le hubiera venido bien, no tanto realismo) para terminar bajando en la última media hora llena de intenciones simbólicas y metáforas históricas (para eso tenemos la menospreciada La conspiración, la última gran cinta de Robert Reford situada en los días posteriores al asesinato de Lincoln).

Johnse y Roseanne,: Romeo y Julieta en West Virginia
En definitiva, Hatfields & McCoys es una miniserie notable, que recupera un tanto el western, revitaliza al maltratado Kevin Costner y deja un gran personaje en el recuerdo (el de Johnse Hatfield); a la vez que sirve como crónica histórica y muestra la evolución de los EE.UU (ese abogado sibilino que se aprovecha de las dos familias) mostrando un tiempo que se acaba para dar paso a uno nuevo. Pero en ningún caso pasará a la historia de las miniseries junto a verdaderas maravillas recientes como The Pacific o Generation Kill.


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