Posted by : El día del Espectador octubre 26, 2012



HIMAR R. AFONSO


El título del último trabajo de Andrew Dominik no apunta a nada ni a nadie hasta que comienza la película, donde se combina las tres palabras (Killing-Them-Softly) con el audio de un discurso de Barack Obama, situándonos, de paso, en la previa de las elecciones.

No se trata de un ataque particular al Presidente Obama, ni de culparle de los acontecimientos que ocurren en el filme, sino de representar un paralelismo entre el mundo financiero y el submundo de la mafia contemporánea. Pero vayamos por partes.

Mátalos suavemente es un artefacto de cine negro consciente y crítico, donde se elabora un discurso acerca del abandono del ciudadano, de la estructura desunida y de los desajustes del mercado financiero. El argumento es sencillo: dos yonkis y su socio deciden robar el dinero a unos mafiosos que organizan partidas de póquer. Esto traerá cola y pondrán precio a sus cabezas, salpicando colateralmente a más gente.

Bajo este planteamiento, tanto la estructura narrativa como los elementos formales y recursos estilísticos que se utilizan formarán parte de este discurso irónico y cínico. Durante la primera parte de la película conocemos a Frankie y Russell, dos ex-presidiarios enganchados que ven la oportunidad de ganar dinero fácil; tras el “robo amateur” que realizan, Dominik va a olvidarse un poco de ellos para presentarnos, al fin, a Jackie Cogan (Brad Pitt). En ese momento cambia de pronto la focalización de la historia y nos centramos en Jackie, una especie de sicario profesional contratado para eliminar a quienes han robado. Aún así,  nunca llegamos a centrarnos del todo en Jackie, ni en los yonkis; la película no se casa con nadie ni se posiciona, de manera que asistimos a los acontecimientos desde la distancia; a pesar de esto, los personajes están tan bien trabajados que la distancia de la narración no nos impide empatizar con ellos.

Todo esto sirve para construir esa plataforma de crítica, de desencanto hacia el cambio político que se auguraba con el cambio de gobierno, para darnos cuenta de que la gente sigue matándose y de que Estados Unidos sigue igual de frío y solo. Pero el paralelismo va más allá: la mafia que aquí se retrata tiene una organización mercantil, el hecho de que les hayan robado supone un desajuste y el nerviosismo se plasma en las calles: necesitan una cabeza de turco. A su vez, observamos que los jefes que ponen la imagen no son más que marionetas, cuando nos damos cuenta de que Jackie recibe las órdenes de gente de más arriba, gente de los que él mismo comenta que “tienen mentalidad empresarial”. Esto es muy significativo, la idea de no saber quién manda, de sus procedimientos, del “control del mercado”... un mercado, en este caso, ilegítimo, pero con las mismas normas, tal y como se nos mostró en American Gangster (2007) de Ridley Scott, donde la propia policía regulaba el mercado de droga.

Este tipo de ideas con las que juega el filme introducen a la par el concepto de conspiración y el de terror (no en el sentido de “terrorismo”). “Mátalos suavemente” es una frase que la película sitúa en un nivel generalizado, en términos de Sociedad. No es el paralelismo visual de “los políticos prometen mientras en las calles se matan a tiros”, no. Es el paralelismo de dos mundos opuestos legalmente pero con un funcionamiento similar. Dijo Dominik que “siempre he pensado que las películas de género negro tratan básicamente sobre el capitalismo, porque muestran el capitalismo funcionando a su nivel más básico”. Y esta película es capitalismo salvaje.

Y centrándonos ahora en los recursos narrativos y estilísticos, el más característico del filme es la utilización descarada de los medios de comunicación como la televisión o la radio para introducir los discursos políticos de Obama o Bush acompañando las acciones de los personajes, de una forma extremadamente poco sutil pero que acentúa el cinismo que envuelve todo el relato. Y a esto se le añade el “baile” que nos ofrece Andrew Dominik en la estética y la forma audiovisual de la cinta, mostrando a veces una violencia fría y cruda y dándole un carácter de brutalidad ralentizada en otras; los diálogos, por su parte, son el grueso de la narración, sin tener siempre una función narrativa concreta (prácticamente todos los diálogos con Mickey [James Gandolfini], por ejemplo), recordando en ocasiones (aunque sin llegar a la comedia negra) el estilo de Pulp Fiction (1994) de Tarantino. Pero la vocación crítica de Mátalos suavemente impide regocijarse en el gamberrismo.

De esta manera, la película logra sumergirte en un universo inestable aunque predecible, violento y gratificante. Nadie en la historia se salva de la corrupción o la “maldad”, entendida en un amplio sentido; al final parece que el único de firmes convicciones y de una cierta sensibilidad moral es, paradójicamente, Jackie; molesta un poco algunas partes de la conversación final, donde literalmente hablan de Thomas Jefferson, queriendo poner la guinda del discurso crítico a una obra que ya no necesitaba más, pero que se salva un poco por la frase de Jackie, que retumba en los oídos y golpea a los ideales americanos.

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  1. Andrew Dominik nos ofrece en 'Mátalos suavemente' un thriller intenso, con ritmo, repleto de escenas vibrantes y diálogos frescos, con humor y drama, una película de factura clásica pero que debe gran parte de sus hallazgos a contemporáneos como Tarantino o Michael Mann. La escena entre Brad Pitt y Tony Soprano, James Gandolfini, es soberbia. No es una obra maestra pero defraudará a pocos. Un saludo!!!

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