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Posted by : El día del Espectador
julio 31, 2012
ÁLVARO TEJERO
¿Cómo firmará Roland los contratos para hacerse cargo de una película? ¿Exigirá un fijo de destrucción por minuto o cada vez que hay un guión en dónde el mundo se acaba los productores de Hollywood piensan en él? Antes de responder aclaremos quién es Roland:
Roland
Emmerich (1955, Stuttgart) es ese director alemán asentado en Hollywood famoso por dirigir
grandes blockbusters como Godzilla (1998), Independence Day (1996), 2012 (2009) o El día de mañana (2004);
en los que los efectos especiales y la destrucción del mundo llenan las salas
de todo el planeta. Su idearío cinematográfico se resume en la letra de la
sintonía española de Dragon Ball Z: "luz, fuego, destrucción..."
A
pesar de que la mayoría de sus obras tienen críticas negativas y se consideran
malas hasta para los menos iniciados Roland no es un director odiado. Cae
simpático, al menos para mí, es ese tío al que le gusta acabar con el mundo y
advertirnos de los peligros que nos acechan. Es el caso contrario a Michael
Bay; aunque se les compare en ocasiones,
que si cuenta con un mayor odio hacia su persona. Esto se debe a la
simpleza de Emmerich, que solo busca entretener a través de historias sencillas
en las que hay mucho plano digital y aventuras protagonizadas por héroes de a
pie. No como Bay, dónde estadounidenses creídos salvan al mundo mientras los tímpanos
te explotan y la cámara te impide entender lo que está pasando envuelto todo en aburrimiento pretencioso. Esa es una de las claves de Emmerich, colocar
tramas cercanas en escenarios gigantescos.
Emmerich es famoso por
la destrucción y así lo ha demostrado a lo largo de su filmografía. En Stargate ya comenzó explotando naves
espaciales, un ensayo comparado con lo vendría después en Independence Day, en la que comienza su manía por destruir monumentos
nacionales.
En Godzilla dejo New York en ruinas
para tomarse un respiro con El Patriota, en la que aparca la
destrucción de ciudades para la destrucción física de malvados británicos
gracias a los hachazos indiscriminados de Mel Gibson. En El día de mañana devuelve a la tierra a la glaciación, cambió de
registro en 10000 para hacer de las
suyas en la prehistoria antes de alcanzar su cenit en 2012, en la que nos ofrece todo tipo de variantes de catástrofes
naturales. En su último filme, Anonymous, se dedica a socavar la figura de nada
más y nada menos que Shakespeare. No puedo opinar sobre su primera experiencia
en USA con Soldado Universal [1992] porque jamás he visto nada protagonizado por ese
"actor" llamado Jean-Claude Van Damme.
Lo más increíble de
todo es que a pesar de que todo son meras excusas para reventar la taquillas ha
conseguido con cada obra abrir acalorados debates sobre las teorías que
proponen sus películas; ya sea el cambio climático, el fin del mundo, la construcción
de las pirámides de Egipto o la autoría de obras literarias.
Sin embargo, aunque
Emmerich domine los grandes presupuestos y la destrucción global dónde mejor se
mueve es historias con alma de serie B (no obstante es el productor de la
divertida parodia Arac Attack [2002]). Le encantan la ciencia ficción y la historia, y es cuando
las mezcla que consigue sus mejores resultados. Comenzó así su carrera en
Alemania y sus dos mejores obras se sustentan en esa base: Stargate, su
película más valiosa sin duda, una aventura de ciencia ficción en la que todo
funciona y de la que estaría orgulloso de haberla producido Steven Spielberg y
10000 ;ese inconfeso remake de Apocalypto [2006], la obra maestra de Mel Gibson,
convertida en entretenida aventura de una simpleza e imaginación increíbles.
Cuando opta por la seriedad e intenta darle profundidad y dramatismo sus películas se derrumban como los edificios que las pueblan. Independence Day es aceptable y pionera, Godzilla es fallida a todos los niveles, El día de mañana una odisea fría, El patriota una venganza sangriena hasta llegar a la ridícula 2012. Todas ellas lastradas además por una excesiva duración.
Sus personajes estarán
llenos de clichés, todos sus guiones terminan en una lucha entre buenos y malos
y en ocasiones es mejor tomárselo con humor pero aun así mantiene una narrativa
clásica, su cámara muestra la acción, las taquillas le quieren y en ocasiones
entretiene. Me falta por ver Anomymous, dicen su obra más seria, pero es que
tanta destrucción me ha dejado exhausto!Escuchad¡