Posted by : El día del Espectador agosto 04, 2012



HIMAR R. AFONSO




Finaliza la exitosa saga de El caballero oscuro, se cierra el círculo del último Batman del cine, del  Batman e Christopher Nolan, del Batman más oscuro y realista hasta el momento, precisamente porque era lo que el momento necesitaba.

Con El caballero oscuro: la leyenda renace, Nolan termina su particular saga del hombre murciélago, con la que nos contó sus comienzos, se atrevió a crear un nuevo y formidable Jocker, pero donde, sobretodo (y aquí está el mayor interés de la trilogía), profundiza en la figura de Batman y de Bruce Wayne, renovando el concepto del personaje y reflexionando, a su vez, en la idea del mismo, y en la idea de héroe, superhéroe, símbolo o leyenda.

Porque con la última entrega, Nolan realiza un ejercicio de “renacer” físico y conceptual de Batman, ese terror de la oscuridad, de los villanos y los corruptos y esa idea que había en el ambiente de que, a pesar de ser el hombre más buscado debido al asesinato de Harvey Dent, todos sabían que no les iba a abandonar ante el terror. Un terror que personifica uno de los villanos más interesante y mejor configurado del “mundo del superhéroe”, un villano perfecto para suplir al ya extraordinario Jocker de Heath Ledger que, respetando a Jack Nicholson y lo que “su Jocker” supuso en ese momento, bien podría ser el mejor Jocker del cine.


Poniéndonos en situación, la película comienza ocho años después de lo ocurrido en El caballero oscuro, con un Batman retirado y un Bruce Wayne autoexiliado de la sociedad y resentido físicamente de sus tiempos de murciélago. La ciudad de Gotham vive un buen momento, aunque la criminalidad sigue ahí; sin embargo, nadie espera el mal que se acerca, un villano idealista que busca terminar el cometido de La Liga de las Sombras y reducir Gotham a escombros. Y es aquí donde empieza el juego de conceptos y simbolismos, ya que Bane (el villano) pretende que la propia ciudad se desmorone moralmente antes de destruirla él mismo, de la misma forma que quiere que Batman pierda antes su alma que su vida, un castigo ejemplar no para un hombre, sino para un héroe. Bruce, para resurgir, tendrá que luchar no contra Bane, sino contra sí mismo y contra su particular relación con el Miedo y con la Muerte. Toda la profundidad psicológica que Christopher Nolan otorga al Batman contemporáneo (probablemente la mejor aportación de la saga), alcanza su zenit en esta obra a través de varias escenas para el recuerdo y un ritmo muy lento (la cinta dura más de dos horas y media) pero que, gracias a ello, el proceso social al que asistimos en la película, en el que los ciudadanos de Gotham vetarán a Batman hasta darse cuenta de que ellos mismos lo querían, tiene sentido.


En este tiempo de duración que a muchos podrá parecer excesivo, aparecen nuevos personajes, algunos que servirán de guiño al cómic y a la historia tradicional y otros que, realmente, tienen poco sitio en la película. Por desgracia, me refiero a la perfecta Marion Cotillard, una de las mejores actrices de la actualidad, pero cuyo papel no era necesario. Y tampoco termina de convencer la correcta Anne Hathaway en su papel de Catwoman, infinitamente mejor que la que Michelle Pfeiffer interpreta para Tim Burton en Batman vuelve (una película que invita a ser olvidada), pero sin demasiado sentido entre tanta trascendencia.


Más allá de estas puntillas que se encuentran en el filme, y de ciertos detalles que chirrían bastante en la historia (por no hablar de algunas escenas totalmente fallidas como esa especie de batalla medieval entre ciudadanos y criminales o la de Alfred, llegando al final de la película, que desmerece totalmente al gran Michael Caine), la película ya tenía un lastre importante para no defraudar y eran sus dos predecesoras, que han llegado a subirse en el trono del Batman de Michael keaton y Tim Burton para que el imperial Christian Bale tome asiento también. Pero, a pesar de todo, Nolan no defrauda, ni mucho menos. La película es, en su conjunto, un coloso de la acción, la aventura y la épica, cambiando totalmente la idea de Batman, cierto, pero alcanzando un destino en la función del personaje que era prácticamente incuestionable en las circunstancias que se había concebido. Porque Batman no era un hombre, sino un símbolo, y eso supone ser lo que Gotham necesita que sea (una de las ideas de El caballero oscuro); y aquí la idea principal se resume en la frase de Batman cuando le dicen que lo ha dado todo; él contesta “no, aún no”. Lo más interesante del personaje está en la dualidad moral que adopta para triunfar en cada obstáculo, dando importancia a su propia vida cuando debe dársela, y quitándosela cuando hay que quitársela.

Acompañado del omnipresente Hans Zimmer en la banda sonora y con una radicalización del estilismo en la forma de pelear de Batman (esa extraña sensación de lentitud y contundencia que genera en cada golpe que da), la película consta de este tipo de detalles para conseguir ser diferente a las otras dos, aunque no mejor. Corrijo, es bastante mejor en el “concepto”, esto es, el simbolismo que logra en las escenas y los argumentos, para finalizar de una forma que no gustará a todos pero que tampoco puede decepcionar, y abriendo puestas a la imaginación, y solo a la imaginación (pues según el director la saga terminaba aquí), para un “continuará...”. Pero no es mejor que Batman begins, más sencilla y con una idea más golosa: “ha vuelto la esperanza” y, por trascendencia en la audiencia, tampoco es mejor que El caballero oscuro (si bien peca igualmente en el exceso de acción).

Siendo justos, Nolan termina esta historia con la cabeza bien alta, convirtiéndose en el nuevo padrino de DC Comics (es el productor de la próxima entrega de Superman) y dejando un muy buen sabor de boca para la mayoría. De alguna manera, la obra en su conjunto es honesta consigo misma y toma un camino lógico y arriesgado hasta sus últimas consecuencias, logrando un resultado difícil de defraudar (que no imposible) y serio en su propuesta. Una obra que culmina una saga más influyente y reconfortante de lo esperado y que corona a su director (ya coronado con su trabajo anterior) como un creador inteligente, valiente y capacitado.

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