Posted by : El día del Espectador abril 16, 2013


ALVARO TEJERO 


Tal día como hoy hace 25 años se estrenó en un pase conjunto en Japón Mi vecino Totoro y La tumba de las luciérnagas. Este hecho significó la consolidación definitiva del Studio Ghibli y el comienzo de su fama internacional. No solo artísticamente, también les permitió entrar en el mundo del merchandising con los adorables muñecos de Totoro.

Mi vecino Totoro fue mi primer acercamiento a la animación de Miyazaki y el descubrimiento de un mundo mágico. El genio japonés siempre ha sido conocido por sus temáticas fantásticas tan pegadas a la tradición cultural nipona. Pero su fuerza radica en la universalidad de sus mensajes por encima de las apuntes autóctonos. Utiliza ese mundo mágico y propio en el que habita para hablar sobre valores como la amistad, el honor, el respeto por la naturaleza o la familia. Casi siempre personajes femeninos de corta edad y perdidos en sus dudas, indefensos ante la vida.

Curiosamente, Mi vecino Totoro es una de las obras menos "fantásticas" por así decirlo (junto a Porco Rosso y Nicky,la aprendiz de bruja). A pesar de la presencia de Totoro o el Gatobús. Miyazaki nos habla de la importancia de creer, de aceptar nuestra responsabilidad en la vida, del fin de la inocencia; de la mano de esa pareja de hermanas que deberá unirse para superar las adversidades.

Hayao Miyazaki ofrece aquí su película más sencilla, de líneas claras tanto en la historia como en la animación. Llena de sutileza y con un ritmo narrativo común de los grandes maestros del cine de su país. No pasa nada pero ocurren muchas cosas. Miradas, sentimientos y la risa contagiosa de ambas protagonistas para hacer crecer las semillas.



También es una de sus cintas más personales, si en Porco Rosso nos habla de una de sus grandes pasiones (la aviación), aquí recuerda su infancia (su madre también tuvo tuberculosis durante varios años) y parte de lo que le tocó vivir.

Al igual que John Ford se servía del western para hablar de lo que le interesaba y sentía, Miyazaki utiliza la animación (el único género que le permite plasmar su gran imaginación sin restricciones). Si el primero rodó El hombre Tranquilo para retroceder a su querida Irlanda, Miyazaki le ofrece un homenaje a su madre y su infancia. Una película infantil de verdad. Una pequeña maravilla humanista. Mi vecino Totoro.

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