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- "Blue Valentine": un amor en el tiempo
Posted by : El día del Espectador
febrero 21, 2013
ADRIÁN GONZÁLEZ
De
un tiempo a esta parte el cine norteamericano está popularizando películas
independientes que están teniendo una aceptación igual o mayor que filmes
comerciales de altos presupuestos. La razón de esta estrategia no es sin
embargo altruista, ya que responde a un necesario lavado de imagen de
Hollywood, que hoy más que nunca, necesita demostrar que en sus entrañas se
desarrolla un cine que va más allá del blockbuster convencional. Basta con
observar las nominaciones a los Oscars de los últimos años para darse cuenta de
este fenómeno: si este año la “tapada” ha sido Beasts of the Southern Wild, en
años anteriores encontramos películas como Little Miss Sunshine o Juno, que en
cierto modo tienen un esquema comercial similar.
Lo
curioso de este cine supuestamente independiente es que, pese a alguna película
como la citada Beasts of…, todas ellas cuentan con al menos uno o más actores
conocidos en el panorama internacional, lo que sin duda ayuda a la hora de dar
a conocer una película. En el caso de Blue Valentine contamos con la presencia
de Ryan Gosling y Michelle Williams, dos grandes actores que en este film del
debutante Derek Cianfrance se hacen enormes.
Porque
no nos engañemos: Blue Valentine le debe todo a las prodigiosas
interpretaciones de sus dos protagonistas. No es que el
guion no esté a la altura; no es que la historia sea poco interesante; y ni
mucho menos es problema del director y su técnica; la razón esencial es que el
descarnado realismo de Blue Valentine requiere, o mejor dicho exige, unos
personajes igual de verosímiles. Y pese
a la dificultad del desafío, Gosling y Williams consiguen superarlo con creces.
Blue
Valentine narra una historia mil veces conocida: un amor que con el paso de los
años y la monotonía se va convirtiendo en desamor. Nada nuevo bajo el sol; la
maldición de cientos de miles de parejas; la consecuencia inevitable del paso
del tiempo. Y aun así la película te atrapa en su estilo cuasi-documental y en
la tragedia que se esconde bajo el convencionalismo del drama.
Ello
se debe, como hemos dicho hace un momento a la impactante química de sus dos
protagonistas, pero también al esquema narrativo. Aunque Blue Valentine es una
película sobre el amor (y su vertiente más cruel, el desamor), el verdadero
elemento impulsor es el tiempo. El tiempo como devorador de la pasión y en
última instancia de la vida. Un tiempo destructor que de forma inmisericorde
fragmenta en mil pedazos al matrimonio formado por Gosling y Williams. No es
casualidad que toda la película se construya en base a una elipsis, y que se
estructure con saltos en el tiempo. Derek Cianfrance narra con intención clara:
las causas humanas de la separación no interesan tanto por el simple hecho de
que realmente no hay una causa humana, es el tiempo y su desgaste el verdadero
y único culpable; el auténtico protagonista.
Ante
semejante esquema podría correrse el riesgo de alejarse de los personajes, de
deshumanizar la temática, pero nada de ello ocurre. Al contrario, en un
ejercicio de brillante síntesis y demostrando un profundo conocimiento de las
relaciones personales, el director consolida una relación amorosa madura que se
aleja con increíble seguridad de los habituales clichés cinematográficos.
No
encontrarán en el film ni un solo rasgo del amor “made in Hollywood”, ni un
solo tópico. Nada de trascendentalismos forzados ni simbología cursi; nada de
final feliz. A decir verdad, Blue Valentine sigue la estela de esas películas
que extraen de la realidad un fragmento de vida: no hay principio ni fin, ya
que la vida es un continuo y como tal te la presentan.
Bana y McAdams en otra historia sobre el tiempo y el amor |