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- Grupo 7: ¿aceptarías ser del grupo?
Posted by : El día del Espectador
febrero 15, 2013
¿Cuál es la diferencia entre un buen
policía, un policía corrupto, un delincuente, un yonqui…? ¿Qué eres capaz de
hacer por cumplir tu trabajo y encerrar a los malos? ¿Cualquier cosa? Grupo 7 es el tipo de película que
desafía al espectador con esas preguntas y eso es lo que la convierte en una de
las grandes del año, junto a Lo imposible
(J.A. Bayona) y Blancanieves (Pablo
Berger). Con un reparto impecable y un apartado visual digno de cualquier
película hollywoodiense, Alberto Rodríguez ha conseguido que una película
española sea bastante redonda, cosa difícil de conseguir, sobre todo en los
tiempos que corren.
Grupo
7 cuenta la historia de un cuerpo especial de la policía sevillana encargado
de limpiar la ciudad a tiempo para la Expo del ’92. El género de la película
podría inscribirse en el mismo que el de películas que marcaron los años 70 en
Hollywood como The French Connection
(William Friedkin, 1971) o Harry el sucio
(Don Siegel, 1971). Es un género policíaco marcado por una delgadísima línea
entre lo correcto y lo necesario. En Grupo
7 la presentación del personaje de Rafael (Antonio de la Torre) es
brutalmente directa y desagradable, se ve rápidamente que este policía
taciturno usa la violencia sin reparos. Éste grupo no duda en implicarse en
prácticas ilegales con tal de pillar a los delincuentes, sus personajes
(algunos más que otros) son bien moralmente ambiguos o decididamente amorales. El
más interesante en cuanto a su construcción es Ángel (Mario Casas), el más
joven de todos, el más pasional, el que se demuestra más violento, el que más
arriesga y el que más transgrede los límites establecidos. Es un personaje cuyo
único objetivo es medrar, llegar alto, pero por otro lado la violencia le
satisface sobremanera. Su ejemplo a seguir es Rafael, pero no entiende que hay
que meditar, tomarse unos segundos y reflexionar antes de actuar. Rafael lo hace,
él no. Los personajes recuerdan mucho al de José Coronado en la reciente
película también española No habrá paz
para los malvados (Enrique Urbizu, 2011) y muestran la realidad que
Fernando Colomo se tomó a risa en su comedieta Bajarse al moro (1989). Éste género está demostrando su capacidad
de reinventarse y parecer fresco para dar sus frutos al depauperado cine
español.
La película se sustenta en varios
pilares: las interpretaciones, el apartado visual y una solvente labor como
director y guionista de Alberto Fernández. Lo primero y más importante de todo
es el gran trabajo interpretativo de Antonio de la Torre y Mario Casas. El
primero construye un personaje taciturno y reflexivo pero a la vez violento y
explosivo que se hace notar cuando está en la pantalla. Esa interpretación
llega a su culmen en las escenas más tensas de la película ya hacia el final,
en la sordidez del barrio de la Candelaria. Su pareja interpretativa es un
también genial (aunque un poco menos) Mario Casas. El personaje es impulsivo e
irreflexivo y Casas lo interpreta de manera natural, sin excederse (que es una
de las trampas de este tipo de personajes). Se agradece que no haga el típico
papel de macho ibérico vitaminado y que tenga sus debilidades. El apartado
visual es otro de los elementos clave, si no decididamente el que más, que
hacen de una película normalita una buena película. La fotografía es
simplemente fantástica, con unas composiciones a la vez perturbadoras y llenas
de matices, y un imagen muy contrastada que pone de relieve algo que en la
temática de la película es fundamental: la diferencia entre el blanco y el
negro. Por último, la labor de Alberto Rodriguez es impecable. Por un lado la
historia y la construcción de los personajes es muy profunda y va más allá de ser
una simple película de acción. Las escenas en Candelaria se merecen una mención
muy especial por como están llevadas, tanto en cuanto a la realización como al
guión. Sublime. Y no hay que olvidarse de esas transiciones con imágenes de
archivo de las obras de la Expo.
La única mancha que tiene este
filme, y que suele compartir con la mayor parte de producciones españolas, es
un problema con los diálogos: no-se-entienden. Puede ser, en este caso
concreto, debido al acento andaluz, pero da la sensación de que o bien los
actores españoles no saben vocalizar o bien el sonido de los diálogos es
pésimo. Desconozco el motivo, pero un 25% de los diálogos de la película
permanecen un misterio para mí. Aparte de este problema, la película se sustenta sola y satisface con creces al espectador exigente, ya que tiene profundidad de discurso y va más allá de ser una simple película de acción sin desarrollo de personajes. Un trabajo espléndido, una de las mejores películas españolas del año.
NOTA: 7,5
He leido toda la crítica y a pesar de que la pintais "bien" con los típicos fallitos, sigue sin atraerme a verla. ¿Cine español policiaco? miedo me da.
ResponderEliminarQue no te de miedo, solo con la primera escena y esa magnífica persecución se te quitarán todos los temores. Está rodada con mucha calidad
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