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Posted by : El día del Espectador
febrero 14, 2013
HIMAR R. AFONSO
A finales de 2011
(principios del 12 en España) la cadena HBO estrenaba una
ambiciosa serie de televisión, Luck, que
exploraba el mundo de las carreras de caballo y las apuestas, en un
proyecto que contaba con un equipo artístico envidiable: Michael
Mann y David Milch, dos “genios locos” con trayectorias
importantes (el primero en cine -aunque comenzó en televisión con
Miami Vice- y el segundo en tele) que, como productores
ejecutivos, eran los máximos responsables del resultado artístico
del programa.
Así, Milch escribiría
el grueso del guión (como no podía ser de otra forma teniendo al
creador de Deadwood en el equipo), en “colaboración” con
Mann, quien establecería el estilo formal de la serie dirigiendo el
episodio piloto. Todos son pronósticos que prometían un resultado
impresionante para el nuevo trabajo de HBO, que sigue apostando por
la calidad artística en su producción propia, pero lo cierto es que
ha sido, a todos los niveles (ya puede decirse), fallida.
Como comentábamos, la
serie explora el mundo de las carreras de caballos a través de
distintos grupos de personajes: apostadores, agentes, jockeys,
entrenadores y empresarios. Así, son muchos los personajes que se
mueven en este mundo impredecible e impersonal, donde solo el dinero
rige las acciones. Una propuesta compleja y arriesgada, pues no
es un mundo muy popular a pesar de su legalidad; es interesante este
aspecto, pues temas como la mafia, el crimen organizado, son mucho
más populares que éste, pongamos el ejemplo de Boardwalk Empire
(Terrence Winter y Martin Scorsese, una afortunada comunión),
independientemente del resultado de las audiencias. Lo cierto es que
el mayor interés de Luck reside en el
personaje interpretado por un grandísimo Dustin Hoffman, Ace
Bernstein, un ex-presidiario que se está saltando la condicional
invirtiendo (empresarialmente) en el hipódromo. Solo en su guerra
fría contra sus contrincantes y en sus oscuros planes alcanza la
serie un interés mayor, ya que otros personajes carecen de ello a
todos los niveles. Ya no es que sea un mundo impopular, es que no es
tan interesante.
Sin embargo, esto no
quita que el resultado formal sea realmente poderoso, con el piloto
de Mann como modelo. Las carreras están rodadas con auténtica
maestría y las conversaciones recuerdan fácilmente a cualquier
escena de Collateral (2004), Heat
(1995) o El dilema (The Insider, 1999). Es el
guión lo que flojea bastante. David Milch, considerado un
maestro en la elaboración de relaciones basadas en “la dialéctica
del poder”, abusa aquí de este recurso hasta el punto de que, en
ocasiones, difícilmente te enteras de lo que ha pasado o de lo que
se ha dicho. Es como si el principio de la Alta Cultura de “no dar
al espectador todo masticado” se convierte aquí en “dificultar
al espectador la comprensión del relato”. Además de esto, los
9 episodios que dura la temporada (una cifra más o menos decente) se
quedan extremadamente cortos; no es que queden abiertas las tramas,
es que apenas llegan a plantearse los conflictos. La intención
de ir desgranando poco a poco al personaje de Bernstein, con la
aparición de su nieto, o las relaciones entre jinete y entrenador,
entrenador y caballo, resultan mucho más pobres de lo que los planos
pretenden dibujar.
Poco encontramos en una
serie que, dados los cerebros creativos con los que contaba, prometía
algo grandioso. Pero en este caso, al contrario que con la citada
Boardwalk Empire, la pareja creativa no ha dado grandes frutos
(de hecho, fueron muy fuertes las discusiones que mantenían), o
quizás sea que esos frutos están, en esta primera temporada, muy
verdes. De hecho, no dejas de esperar algo importante a pesar de
su linealidad emocional, pues el hecho de que ambos creadores
parezcan entenderse tan poco, ha generado en un (quizás no
consensuado) efecto narrativo interesante: los diálogos
ininteligibles de Milch confluyen con la sensualidad y cercanía de
las cámaras de Mann, de forma que, por un lado, nos distanciamos de
los personajes y, por el otro, nos acercamos a sus más íntimos
estados de ánimo (aunque no los entendamos), algo que se percibe
en su totalidad en alguna escena de intimidad entre Ace y su mano
derecha (Dennis Farina).
En cualquier caso (y para
colmo), la cadena decidió cancelar la serie cuando el tercer caballo murió durante el rodaje de la
segunda temporada. Mala suerte para un equipo que contaba con
Mann y Milch, Hoffma, Farina y Nolte, pero que ha fracasado. Ya
en DVD en España, poca esperanza le queda a un proyecto que apenas
hizo ruido en televisión.