Posted by : El día del Espectador octubre 29, 2012



ÁLVARO TEJERO

¡Cuidado! The Artist (Michel Hazanavicius, 2011) no es una mala película, ni todos mis deseos por nadar a contracorriente  me llevarían a tal afirmación. Pero sí es una película normal, el último y posiblemente timo más grande llevado a cabo por esos maestros de la negociación que son los hermanos Weinstein. Cualquier aficionado al séptimo arte conoce a estos dos hermanos, que desde Miramax a su actual The Weinstein Company han conseguido rotundos éxitos comerciales, de crítica y en los premios Oscar con películas con las que nadie contaba. Que se lo pregunten a Tarantino.

The Artist se llevó 5 Oscars en la última edición (entre ellos nada menos que los de mejor película, director y actor principal), aparte de conseguir cientos de millones para una película muda y hacer babear a casi toda la crítica cinematográfica. Mi enfado no viene por los premios, los Oscars son premios repartidos por una industria cinematográfica con todos los intereses que eso implica y es casi imposible estar de acuerdo con ellos. Eso sí, las películas producidas por los Weinstein han protagonizado en los últimos años algunos de los Oscars más discutibles (sirva como ejemplo No es país para viejos, sobre todo por la extraordinaria cosecha de grandes películas que hubo ese 2007).

El problema radica en todo lo que se ha generado alrededor de la obra francesa. The Artist, junto a la campaña agresiva de Bob y Harvey Weinstein consiguieron apartar al resto de películas de este pasado curso a un cajón polvoriento y crearon una moda que arrastró a millones de espectadores a pagar una entrada por la cinta de Michael Hazanavicius; espectadores que en la vida habían visto una película muda y jamás volverán a hacerlo.

Todo esto no es inmoral ni reprobable, solo demuestra la maestría comercial de estos dos hermanos, el poder de las masas y la ceguera de la crítica. Los Weinstein son un ejemplo de cómo luchar contra la crisis económica. Podría olvidar incluso que Drive (2011) sólo contara con una única nominación si The Artist fuera una película entretenida, ya no digo un gran filme.


Visionando el fenómeno con un año de distancia, difuminada la estela de éxito ya, me encuentro con una cinta anodina, sin ritmo ni alicientes formales o narrativos y que únicamente se trata de un copia y pega calculadamente comercial. Nada de esa vuelta a la magia del cine, a los orígenes más puros que hacen disfrutar al espectador como si de un niño se tratara.

Como homenaje es una simple y cuidada fotocopia pero como narración individual no tiene interés ni crea cualquier tipo de emoción. The Artist construye su discurso creyendo que por copiar las características del cine mudo que aparecen en cualquier manual de la materia ya está creando de nuevo ese cine. Fotografía en blanco y negro, intertítulos, actores tremendamente expresivos, planos fijos, proyección en 4:3 y por supuesto un perro para lograr la aprobación del público.

Pero se olvida de algo que de verdad caracterizaba está primera época del séptimo arte: la innovación, el riesgo, la imaginación visual para superar las limitaciones técnicas y sobre todo, RITMO narrativo. Hazanavicius olvida que en esa época rodaban sin diálogos porque la técnica se lo imponía; sin embargo él se impone las limitaciones provocando una enorme simpleza en todos los niveles. El blanco y negro, como cualquier elemento formal, debe usarse con algún propósito no como simple elemento mimético; solo hay que recordar La lista de Schindler (1993), Buenas noches y buena suerte (2005) o La ley de la calle (1983)

Claro que la cinta está llena de referencias al cine mudo y a los grandes clásicos, desde Cautivos del mal (1952) a la obra de Orson Welles, pasando por las cintas expresionistas o ese crimen cometido contra Vértigo (1958). Y es con la partitura de Bernard Herrmann de fondo cuando se consiguen los momentos más emocionantes del filme, a pesar de que las imágenes no peguen con lo que transmite la banda sonora. Son continuos homenajes al cine, sí, pero sin unión ni propósito.

En definitiva, The Artist, una película interesante a lo sumo que acaba elevada a los altares en otra gran maniobra de presión por parte de los hermanos Weinstein. Una cinta que desilusiona por todo lo que la rodeaba y que el tiempo creo que juzgará. Mientras tanto, hagámoslo los espectadores.

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