De niño me encantaban los grandes blockbusters veraniegos como Godzilla
(Roland Emmerich, 1998) o Armageddon
(Michael Bay, 1998), me imaginaba siendo el héroe de la película y me
fascinaban los universos que creaban. Luego me encantaba jugar con las figuras
de acción, que el protagonista se llamase siempre Jack o John y salvase a su
mejor amigo de caer en el abismo que había entre la mesa y el suelo. Pero a
medida que me fui haciendo mayor fue desapareciendo el interés, empecé a
fijarme en la verosimilitud y en lo fantasiosas que podían resultar muchas
escenas. Me desencanté. A pesar de que he seguido viendo blockbusters (menos, todo hay que decirlo), ninguno ha conseguido
que me volviese a sentir tan fascinado.
Star Trek: en la
oscuridad tiene todos los elementos de aquellas películas y es la primera
en mucho tiempo que me hace volver a sentir como aquel niño fantasioso. Por
tanto no podemos prestarnos a un análisis intelectualoide, hay que estudiar la
película desde lo que es: un blockbuster
veraniego. En primer lugar, la película es visualmente apabullante y tiene una
estética mucho más atractiva que la de Star
Trek (2009) (a pesar del amor que le tiene Abrams a los lens flares (esos dichosos destellos de
luz que provocan las lentes de la cámara: para verlo no os perdáis este vídeo)).
El diseño de producción es impecable, Abrams recrea todo un universo poblado de
máquinas incomprensibles, botones de colores y cachivaches a cuál más
tecnológico e inesperado (SPOILER - véase el contenido de los torpedos - FIN DE
SPOILER). Este universo del siglo XXIII está aderezado con unas escenas de
acción genialmente rodadas (un poco mareantes a veces, pero bueno): la cámara
nos sumerge en la acción y nos hace partícipes del caos continuo que hay en
casa secuencia, nos hace sentir uno más de la tripulación del Enterprise. Y
todo rodado en uno de los mejores 3D desde Avatar: imaginativo, bien llevado y nada
intrusivo.
La ambientación es impresionante pero sus personajes son
quienes le dan vida. El primero y más logrado es el villano Khan, de sobra
conocido para cualquier trekkie.
Benedict Cumberbatch utiliza ese estilo suyo tan hierático y misterioso para
dotar a Khan de una ambigüedad que hace plantearse al espectador: ¿de verdad es
él el malo de la película? Sobresale especialmente cuando se mide
dialécticamente a Kirk o a Spock, porque es cuando su personaje adquiere mayor
profundidad y es más creíble. El otro gran personaje de la película es Spock y
no Kirk, pese a quien pese. Spock se mantiene en la línea de la serie original,
con ese constante conflicto entre su parte vulcana y su parte humana. Zacary
Quinto consigue que veamos la lucha interior para que los sentimientos puedan (a
veces, no siempre) con la lógica. En cuanto a James Kirk, voy a ser sincero: es
el héroe, sí, y como tal hay que apoyarle, pero a veces es exasperante. El Kirk
original de William Shatner no era ni tan infantil ni tan inseguro, sabía bien
cuando y donde golpear a un Gorn. Puede que los personajes sean planos, pero al
menos están bien delimitados y sabemos qué papel tiene cada uno en la trama. El
resto del cast está correcto con la
distinción especial del siempre divertido Simon Pegg que sabe bien cómo colocar
los chistes. El humor de Star Trek:…
es una de los elementos mejor llevados de la película. La última que vi con
supuestas dosis de humor fue la para mí fallida Iron Man 3 (Shane Black, 2013). Esta, en comparación, sabe
perfectamente dónde ha lugar un chascarrillo y donde no, haciendo reír con una
buena dosificación que no distrae de lo esencial.
Al ver Star Trek:…
uno no puede dejar de buscar alguna pista sobre cómo abordará Abrams su versión de Star Wars. ¿Tirará de lens
flares? ¿mostrará el universo sucio y ajado de George Lucas o preferirá la
pulcritud y perfección del de Gene Rodenberry? A día de hoy son preguntas sin
respuestas, pero hay que tener en cuenta que Star Wars: episodio VII será comparado inevitablemente con la última
entrega de Star Trek. Después de
esta, yo tengo fe: J.J. Abrams sabe como despertar al niño que hay en mí, por
tanto deposito mi confianza y una tímida esperanza en que su saber hacer se
demuestre también en su próximo film. Pero hasta entonces, disfrutad de un
genuino e inofensivo blockbuster que
cumple con creces su labor: entretener durante dos horas al respetable público.
Saludos terrícolas.
NOTA (en la escala de los blockbusters): 8