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- NYMPHOMANIAC VOL. I: ¿una historia moral?
Posted by : El día del Espectador
enero 08, 2014
Puede que no sea la persona
más agradable del cine europeo. Puede ser agresivo, provocador y ¿hitleriano?
Puede ser y no ser muchas cosas, pero Lars Von Trier sabe hacer cine. El que
escribe estas palabras nunca se ha declarado fan del danés sobre todo tras
películas como Anticristo (2009),
pero la destreza que demuestra con Nymphomaniac
Vol. I es inimitable.
Es difícil que alguien sea capaz de callar a Von Trier. |
Arrastrando una poderosa
polémica que rara vez en su carrera ha llegado a tan altas cotas (solo con
aquella desafortunada frase en el Festival de Cannes en 2011), las peripecias
vitales de una auto diagnosticada ninfómana sorprenden gratamente por la
cantidad de registros explorados. El hilo conductor de todo es el binomio
Charlotte Gainsbourg-Stellan Skarsgård, la cara y la cruz en cuanto a moralidad
se refiere. Gainsbourg representa la rancia moralidad de la sociedad
contemporánea, contaminada inevitablemente por la concepción judeo-cristiana
del pecado. Skarsgård en cambio es la liberación, la falta de juicios
personales y la incitación a buscar el placer. Estas dos fuerzas opuestas se
comunican y se entrelazan como el ying y el yang en Nymphomaniac, complementándose y apoyándose el uno al otra. El
propósito de la película es posicionar al espectador ante la ética de Joe, la
protagonista, y forzarle a realizar su propio juicio de valor. ¿Estoy de
acuerdo con su comportamiento? ¿Qué precio tiene perseguir el placer por el
placer? Ya lo avisa Von Trier por boca de su protagonista al principio de su
historia: va a ser larga y moral.
Joe (Stacy Martin) y su amiga B (Sophie Kennedy) fundan una sociedad para tener sexo libremente. |
Pero realmente hace que la
película valga la pena es la plasticidad de sus materiales. Nymphomaniac es un filme posmoderno en
el sentido en que utiliza y reutiliza recursos preexistentes. Por un lado
utiliza imágenes de archivo como analogías (véase esa formidable metáfora de la
pesca), cambia las texturas y los colores para cada época distinta y, lo mejor
de la película, esas sobreimpresiones. Las imágenes no se limitan a la realidad
fílmica, van más allá desgranando temas tan aparentemente ajenos a la
ninfomanía como la serie de Fibonacci o donde van a parar los mejores peces en
un río. Se puede calificar a Lars Von Trier como un Quentin Tarantino danés por
la volubilidad de sus imágenes y por su capacidad para dotar de polisemia a
material aparentemente unidireccional. En ese sentido la película ya vale la
pena.
Joe y B son dos jovencitas que buscan sexo rápido en un tren. |
Y al contrario de lo que el hype indicaba, el sexo explícito no es
ni tan explícito ni tan abundante como cabría esperar. Efectivamente hay penes,
vaginas, tetas, culos y fluidos varios, pero están simple y llanamente al
servicio de la narración. Si se hace una película sobre una persona adicta al
sexo hay que mostrar sexo. Y ya lo hizo antes Steve McQueen con Shame (2011), aunque en menor grado.
Pero es que Nymphomaniac Vol. I sabe combinar con bastante
acierto la comedia y el drama. Hay momentos realmente cómicos (aunque, si se
piensa, profundamente dramáticos) como la intervención de Uma Thurman y otros
desgarradores como la escena final con Christian Slater. Pero por encima de
todo estamos ante una película muy efectiva (y sí, puede que efectista) que
logra su objetivo primaldial más que de sobra: incomodar al espectador y
hacerle reflexionar.
¿Que se puede estar limpiando Joe en este plano? |
El único problema de una
película bastante redonda se debe a las leyes del mercado. El corte original de
Lars Von Trier tenía una duración de 5 horas (!) pero para los exhibidores
sería una ruina proyectar una película de esa duración, ya que mataría
completamente el sistema de tres pases al día por el que se rige. ¿Solución?
Coger un hacha y cortar la película en dos partes, “volúmenes” como se les ha
llamado. Eso sí, Von Trier no ha participado en esos cortes a pesar de haber
dado su visto bueno. Simplemente se ha mantenido discretamente al margen. Pero
cuando Nymphomaniac Vol. I acaba uno
se queda con ganas de Nymphomaniac Vol.
II.
Con todo, en realidad no se
deberían valorar ambos filmes por separado. Kill
Bill (2003-2004, Quentin Tarantino) no se concibió como dos películas
independientes. Son el mismo relato partido en dos por cuestiones de formato. Nymphomaniac es igual: hasta que no esté
completa no se podrá valorar en su totalidad. Hasta entonces, habrá que darse
placer con el primer volumen.
NOTA: 8