Posted by : El día del Espectador agosto 18, 2012



ÁLVARO TEJERO

 A pesar de los cambios esta nueva entrega de la saga Bourne sigue provocando los mismos efectos en el espectador. Una primera hora en el que asiste a un entretenimiento de primer nivel para llegar un punto en el que nos convertimos en autómatas, indiferentes ante lo que sucede en pantalla como si de agentes de Treadstone se tratara.

Por lo menos en mi caso. En la cuarta parte de Bourne (diferente protagonista pero enlazando con el personaje de Damon) el guionista de la trilogía ha ascendido a director, Tony Gilroy; Matt Damon cede su puesto al lanzado Jeremy Renner y se ha sustituido el dilema de la identidad por el de la supervivencia de un "yonki" creado por el gobierno como si fuera un robot luchando por su libertad. Aun así, sigue habiendo un momento de desconexión, en el que al cerebro dejan de importarle el destino de los personajes, más cerca de los superhéroes que de los habituales héroes de acción.

La cámara se ha tranquilizado y la narración ha ganado en elegancia, con un primera parte de giros dosificados y ritmo en progresión en medio de la supervivencia (sobre todo en los parajes nevados de Alaska). Es cierto que los primeros 20 minutos pueden ser liosos, llenos de datos y nombres para iniciados pero es en este terreno donde mejor se mueve Gilroy, que ya había demostrado su capacidad para las conspiraciones empresariales y la indefensión del individuo en sus trabajos como guionista y en la espléndida "Michael Clayton". Luz en la confusión. Es cuando la cinta abandona el misterio, la lucha de un individuo contra enémigos invisibles y se lanza sin mucho sentido a las concesiones de las cintas de acción más rutinaria, el momento en que se derrumba parte del andamiaje. Hasta entonces nos había ofrecido dos tensas y espectaculares escenas de acción, al contrario que la interminable persecución en Manila, con algunos problemas en la puesta en escena y el montaje que culmina con ese villano hermano de Terminator incluido.

Jeremy Renner aporta mayor magnetismo pero menos fuerza que Damon, Rachel Weisz no hace mucho por un personaje indiferente y a su alrededor un enorme número de secundarios ilustres que en su mayoría no pasan de cuatro frases con la salvedad de Norton, que aporta una gran veracidad a cada aparición de su personaje.

"El legado de Bourne" es una correcta cinta de acción, que sigue la línea de la saga pero con la sombre de Greengrass detrás. Técnicamente correcta y con un final que la levanta a pesar de todos los frentes abiertos, pero sin un momento de respiro en el que los personajes puedan coger aire y empatizar. De momento no alcanza a "El invitado" en cuanto a cintas de acción recientes se refiere; aun así uno sigue prefiriendo a John McClane. Cada vez me produce más pereza el cine de acción.

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