Posted by : El día del Espectador octubre 11, 2013

HUGO MUGNAI

Que el cine está en crisis no es ningún secreto; y no sólo en España, dónde parece que la subida del IVA, la escasez creativa y la falta de subvenciones están angostando nuestro ya de por sí escaso séptimo arte. Pero a pesar de los aires pesimistas no todo está perdido, y es que en la a veces olvidada Latinoamérica la producción de films no deja de crecer dando a luz productos de verdadera calidad. Y uno de los países latinos que mejores películas nos está dejando en los últimos años es, sin duda alguna, Argentina.

Álex Brendemühl es un médico con un pasado oscuro.
Por eso debemos celebrar la legada a nuestro país de films como Wakolda: El médico alemán (cuyo título ha sido invertido de orden en nuestro país). Wakolda es la historia de una familia argentina que en los años 60 se traslada a la Patagonia para montar una hostería en plena zona montañosa. En su ruta conocen a un extraño doctor alemán al que acogen en su negocio y que parece muy interesado en los problemas de crecimiento de la hija de la familia. El médico terminará por introducirse en sus vidas de forma irremediable cuando éstos acceden a que ayude a la niña a crecer mediante sus conocimientos en genética.

Cabe destacar que El médico alemán es el cuarto film de la porteña Lucía Puenzo, que arrancó su carrera como directora con el aclamado largometraje XXY (2007) sobre la vida de una adolescente hermafrodita y ganador del Goya a la Mejor película extranjera. Así, con otra fantástica película (sin restarle mérito a sus otras obras El niño pez y Más adelante) Puenzo se postula como una de las directoras con más presente y futuro del cine argentino, mostrándose capaz de articular historias interesantes y bien contadas (cosa no tan común hoy en día).

Natalia Oreiro y Diego Peretti, a la altura de sus roles
Con respecto a la interpretación, el conjunto de los actores trabaja a la perfección, incluso aquellos con papeles secundarios (como el siempre genial Diego Peretti); pero el peso de la película recae inevitablemente sobre dos actores: el hispano alemán Álex Brendemühl y la joven pero prometedora Florencia Bado. El primero construye un personaje oscuro y casi desconocido para el espectador pero que juega con una doble moral difícil de encontrar en la pantalla grande hoy en día (no tanto en la nueva televisión), generando una sensación de desagradable comodidad en el espectador y produciendo una fantástica química con la inocente niña.

Así, a una historia que funciona bien y unas interpretaciones más que correctas se le unen un entorno muy especial, cómo es la despoblada Patagonia y una solvente fotografía por parte de Nicolás Puenzo (hermano de la directora), que crean en conjunto, un espacio abierto pero claustrofóbico; esos espacios en los que se desarrollan las mejores historias. Además la sombra del nazismo, el sectarismo y la caza de nazis por parte de Israel ayudan a que la máquina que es el film carbure mejor aún.

La Patagonia como escenario.

     
Por eso no es de sorprender que Wakolda haya sido la elegida por Argentina para representar su cine en los Óscar, pues se trata de una gran historia contada de forma pequeña; una película de ahora realizada con la calidad narrativa de hace unos años y una perfecta muestra del estado actual del cine argentino. Y es que su industria cinematográfica se encuentra en un momento dorado, compitiendo cara a cara en taquilla con un Hollywood en decadencia y con una capacidad creativa indudable.

Al parecer, fuera de Estados Unidos y Europa, se sigue haciendo cine. Cine de calidad.


NOTA: 8

Leave a Reply

Subscribe to Posts | Subscribe to Comments

- Copyright © El Día del Espectador - Date A Live - Powered by Blogger - Designed by Johanes Djogan -