Posted by : El día del Espectador noviembre 07, 2012


HIMAR R. AFONSO

La deconstrucción de los cuentos ha sido un tema recurrente en el cine de animación de la última década, con Shreck (2001) a la cabeza. Hotel Transilvania (Hotel Transylvania), de Genddy Tartakovsky (Samurai Jack, Las supernenas) plantea un giro de tuercas a la visión de los personajes clásicos de terror.
Hotel Transilvania es un lugar de descanso para monstruos, construido por Drácula, donde están liberados del acoso de los humanos, siempre dispuestos a quemarlos, guillotinarlos o clavarles una estaca. Frankenstein, el Hombre Invisible, el Yeti, la Momia… todos los personajes de terror que uno se pueda imaginar pasan sus vacaciones aquí, y no dan miedo, sino todo lo contrario.

Tras un interesante prólogo en el que vemos que Drácula tiene una hija pequeña, fruto de un amor que ya no está presente, entramos en ese hotel años después (muchos años) para introducirnos en un ritmo trepidante, de no parar, sin un segundo de descanso, en unos primeros veinte minutos de humor intenso.

A todas estas, es el 118 cumpleaños de Mavis, la hija adolescente de Drácula, quien le prometió que la dejaría salir a ver el mundo. Y aquí comienza el conflicto del relato, pues el drama de Drácula le impide dejar a su hija salir, por el peligro que pueda correr. Y el giro de la historia lo marca la llegada del primer ser humano al hotel, un joven adolescente que, a pesar de las trampas y dificultades que Drácula puso para llegar al hotel, él pudo hacerlo, parodiando además el cine de terror con frases del estilo de “¿quién no querría atravesar un bosque tenebroso y solitario?”.

Aquí, tras el nuevo cuento propuesto (los monstruos descansan en un hotel para monstruos), comienza la historia. En ella se planteará la dificultad de un amor prohibido entre un humano y una vampira, bajo la relectura del victimismo de los monstruos frente a la maldad y la incomprensión del Hombre. ¿Qué ocurre? Que este chico, Jonathan, es muy distinto de los humanos que recuerdan los monstruos (pues hace cientos de años que no tienen contacto con ellos). Aquí es donde emana el principal interés del filme junto a la ausencia de la figura materna, envuelto siempre con la combinación del humor absurdo y el inteligente, y con una estética de animación digital algo diferente a lo normal, pues el director traslada a su ópera prima el estilo de animación sencilla y de movimientos directos que practica con sus famosas series El laboratorio de Dexter (Dexter´s Laboratory, 1996), las antes citadas Las supernenas (The Powerpuff Girls, 1998) y Samurai Jack (2001) o Star Wars: Las guerras clon (Star Wars: Clone Wars, 2003).

El resultado es una película realmente divertida y que, en su revisión de los personajes de terror, adquiere en ocasiones un tono que quizás no sea para todo los públicos (aunque su exhibición en fechas de Halloween tumba esta tesis); aun así, es el camino que podía haber explotado, para otorgar a la animación el discurso en clave de humor que le correspondería. Sin embargo, una vez más, casi lo logra. La película termina, como buena parte del cine de animación, buscando la aceptación de los más pequeños, quedándose a medias entre el cine para adultos y el cine infantil, quedándose en “para todos los públicos”.

Geniales créditos finales con el dibujo animado más propio de Tartakovsky y un resultado muy divertido que vuelve a quedarse a las puertas del relato redondo. Destacable el personaje del Hombre Lobo como uno de los más logrados, en su papel de padre amargado que no consigue el respeto de sus hijos, y destacable también los números musicales de la película, dándole un aire juvenil por los estilos escogidos y volviendo a la constante parodia que tan bien funciona en el cine de animación. Muy buen debut de Tartakovsky en el cine.

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