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- CICLO SHYAMALAN: El simbolismo de "El protegido"
Posted by : El día del Espectador
octubre 17, 2012
HIMAR R. AFONSO
El concepto de “mesías” se ha
reinterpretado en el mundo contemporáneo a través de distintas ramas del arte,
y un resultado bastante frecuente y bien aceptado es la propuesta del
superhéroe. Marvel y DC Comics lo han planteado, generalmente (con excepciones
como Watchmen) en un único nivel empírico, donde héroes y villanos se
enfrentan bajo nuestra expectación, un planteamiento que, por otro lado, sería
pretencioso si se le buscara una trascendencia mayor. Eso no impide ni veta la
posibilidad de que se planteen otras lecturas a estas narraciones, como puede
ser el caso de El caballero oscuro. La leyenda renace (The Dark Knight
Rises, 2012) de Christopher Nolan, donde el análisis da mucho de sí.
La repercusión del universo del
cómic de superhéroes es espectacular y supone, para M. Night Shyamalan, el
punto de partida de su segunda creación tras El sexto sentido (The Six
Sence, 1999), en el que vuelve a contar con el Bruce Willis más íntimo y pausado
para generar un nuevo “superhéroe” con un enfoque diferente, pero cargado del
simbolismo que evoca al cómic clásico y a las más ancestrales tradiciones del
hombre y su búsqueda por la perfección humana y moral.
Hablamos de El protegido
(Unbreakable, 2000), quizás la película que nos enseña al héroe fantástico que
sí estamos dispuestos a creer. Una de las razones de ello es que Shyamalan no
reniega, en cualquier caso, de su estilo y su profundidad narrativa y visual
para contarnos esta nueva historia. Apuesta, como en el resto de su obra, por
la comunión entre lo mágico y lo real, el suspense del relato con la austeridad
de la forma, siendo la cámara su mayor aliada junto con la “tensión pausada”,
esa habilidad para generar tensión en escenas sin bruscos movimientos en el
plano, ni interpretaciones exacerbadas o música escandalosa. El protegido,
que probablemente sea la obra del director indio cuya premisa alberga más
promesas de dinamismo y acción, fluye, por el contrario, con un ritmo
perfectamente hilado y sin ninguna prisa.
Pero volviendo a la idea inicial,
la referencia que orienta a la película es una realidad: el cómic genera
millones de ventas al año. De hecho, Shyamalan se sirve de datos numéricos al
respecto para abrir la historia; de esta manera, no solo nos llega el mensaje
literal sino que, además, sitúa el filme en donde necesita que lo veamos, para
poder contarnos una historia creíble y fantástica, sin perder nunca la
perspectiva de “lector de cómics” pero mostrándonos un universo perceptible en
los cánones de realidad contemporánea. Y entonces, comienza la película.
La cinta se inicia con una escena
magistral a modo de prólogo, con un solo plano (cámara en mano) en el que
ocurren muchísimas cosas, para llevarnos luego al que será el “prólogo del
protagonista”, David, el momento en que su vida cambiará radicalmente cuando se
convierte en el único superviviente de un accidente de tren, una catástrofe que
provocará miles de muertos. A partir de aquí irán sucediendo acontecimientos
que le harán plantearse muchas de las cosas que le transmite un hombre extraño
y misterioso, Elijah (fabuloso Samuel L. Jackson), un apasionado de los cómics
convencido de que los mensajes que esconden las viñetas tienen mucho que ver
con la representación de la realidad que a lo largo de la historia ha creado el
hombre mediante las imágenes; en otras palabras: los superhéroes o el
superhéroe, existe.
El planteamiento de la obra
obliga al personaje de David a rechazar estas insinuaciones, carentes de
fundamento en apariencia; no es una adaptación en la que todos sabemos que
Peter Parker va a convertirse en Spider-man o Bruce Banner en Hulk. Aquí
Shyamalan nos invita a creer, pero para ello necesitamos tiempo, y David mucho
más.
De una forma u otra, la maestría
del director para ir enlazando acontecimientos presentes y pasados ayuda a
incorporar nuevas capas de David, el por qué de su extraña lesión en ese
traumático accidente, la razón de que no sea feliz y rechace a su familia o su
fobia al agua. Todos estos elementos conforman su lucha interna y que debe
focalizar a través de la necesidad de servir a los demás (el primer paso lo dio
hace mucho tiempo dedicándose a la Seguridad). Todo el simbolismo es latente en
estas diversas tramas internas, desde su elección de proteger a los demás (una
vocación, diría, obligatoria para el superhéroe), su más clara debilidad, como
la de cualquier héroe o, en última instancia, su antítesis, quizá el elemento
mejor trabajado por Shyamalan (de hecho, con ello comienza todo).
Y en el momento necesario, el
relato desplega toda su oferta y asistimos a las habilidades de David de la
forma más natural y sutil, dejando “por azar” numerosos rasgos del ADN del
clásico superhéroe, del mesías de las viñetas, ya sea mediante la imagen enmascarada y la identidad
secreta, el armario que guarda el “traje”, la lucha definitiva contra “la
criptonita”... todo envuelto en un drama interno y familiar, en una consecución
de lazos narrativos que desembocan en la perfección del “final redondo”, con
una de las mejores bandas sonoras de James Newton Howard y la firma de este
director mágico, poeta visual, cambiando radicalmente su última historia pero
siendo fiel a su estilo y sus convicciones, y proporcionando a El protegido
un contenido simbólico le otorga una calidad diferenciadora.