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Posted by : El día del Espectador
octubre 18, 2012
ÁLVARO TEJERO
Zhang Yimou es un cineasta extraordinario y un
vendido. Ha demostrado dominar todo tipo de puesta en escena desde las
historias mínimas que tanto gustan en festivales ( El camino a casa, Ni uno
menos) hasta los grandes espectáculos operísticos (Hero, La casa de las dagas
voladoras), siempre mostrando una gran fuerza visual. Aun así, Yimou se siente
más cómodo en las pequeñas historias que en las grandes epopeyas, en las que
termina olvidando el fondo en pos de la forma, siendo su obra más completa a la
hora de unir ambos conceptos la prestigiosa La linterna roja.
Yimou mantuvo durante años un difícil equilibrio con
el dictatorial estado chino, logrando criticar sutilmente los males de su país,
luchando con la censura como una especie de Berlanga chino. Pero llego un
momento en que necesitaba más (avanzar en su cine, en sus presupuestos y
distribución) y empezó a realizar sus obras épicas emplazadas en la historia de
su nación. Para lograrlo tuvo que reducir su discurso crítico y acercarse al
gobierno comunista, culminando el proceso con su dirección de la ceremonia
inaugural de los Juegos Olímpicos de Pekín 2008.
Fotograma de La linterna roja |
En los últimos años ha vuelto a sus fábulas rurales,
combinándolas con propuestas comerciales como la aun inédita en España Las flores de la guerra, protagonizada
por Christian Bale. Curiosamente es ahora cuando menos repercusión está
teniendo su cine. En Amor bajo el espino blanco vuelve a
introducirnos en la China profunda maoísta, transmitiéndonos tranquilidad con
su gran uso de los escenarios naturales y una puesta en escena sencilla y
lírica al mismo tiempo. De nuevo una historia de amor imposible entre una joven
inocente en reeducación maoísta y un joven ingeniero con suficiencia económica
y del que intuimos que es hijo de alguien importante del partido comunista.
Lo intuimos, porque Yimou nos niega esa información
salvo en unos insuficientes planos finales y opta por no explicar la
imposibilidad de ese amor y ofrecernos un dramón con enfermedad propio del
Hollywood más lacrimógeno. Y vaya si lo consigue, con una sala repleta de
mujeres con el pañuelo en la mano. Y ojo, que el que escribe es de lagrima
fácil, pero no cuando le están diciendo cada 10 minutos que debe llorar de
pena.
Yimou ha dejado de ser sentimental para ser
sentimentaloide, ha cambiado la sutileza por el subrayado y el conformismo,
acompañado de una protagonista de una candidez extrema.
Zhou Dongyu, la protagonista |
Pero que no se me malinterprete, el artista chino
sigue haciendo buen cine y consiguiendo escenas de una gran belleza y lirismo
(la del vendaje del pie de la protagonista en silencio es tremenda) cuando opta
por la sutileza. Pero Yimou ha sido uno de los grandes y uno espera más de él,
no un simple dramón que no molesta a nadie y que gustará a mucha gente.
Una película bonita que recupera al Zhang de siempre, aunque no está a la altura de la maravillosa El camino a casa. Si te interesa este genial director te recomiendo mi último artículo http://laestaciondelfotogramaperdido.blogspot.com.es/2012/11/zhang-yimou-y-la-fuerza-de-china.html Saludos!
ResponderEliminarCierto que es una película bonita, pero no se acerca a las grandes obras de Yimou. Es demasiado cándida. Gracias por comentar.
ResponderEliminarLa película puede ser un poco lenta a momentos, pero vale mucho la pena, porque es una historia de amor pura. Véanla en HBO GO si quieren su idioma original, y la quieren ver online, ya que todas están dobladas.
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