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Posted by : El día del Espectador
noviembre 16, 2013
HUGO MUGNAI
Si
hay un género que nos caracteriza culturalmente a los españoles no es otro que
la comedia. Y es que si bien durante años se ha acusado al cine español de
recurrir en demasiadas ocasiones a la Guerra Civil, el humor ha sido
probablemente la fuente de muchas de nuestras historias de forma más o menos
consciente. Y en tiempos como los que
corren, en los que nuestro cine y nuestra sociedad no se encuentran en su mejor
momento, siempre es de agradecer la aparición de una película nacional que destaque
en la cartelera con una visión desenfadada y optimista (aunque sea como puro
entretenimiento).
Julián Villagrán y Quim Gutiérrez no saben qué hacer con su jefe |
Quizá
el mayor problema del guión es el desnivel entre ambas tramas; pues la primera
comienza fuerte, arrancando carcajadas desde los primeros minutos y atrapando
al espectador; mientras que a la otra le cuesta carburar, y con unos personajes
algo desdibujados y carentes de interés, puede llegar a verse como una
interrupción algo molesta de la primera. Pero desde el momento en el que ambas
tramas se cruzan, las dos se igualan y encajan perfectamente dentro de la
locura general concluyendo en un final precipitado y algo confuso (como, por
otro lado, no podía ser de otra manera), pero perfectamente válido.
La
pareja Quim Gutiérrez-Julián Villagrán funciona a la perfección, y es que en
unos papeles bastante sencillos, ambos cumplen y logran crear una empatía de lo
más inocente en el público. En la otra trama las interpretaciones quedan desdibujadas, pues los personajes resultan algo endebles. Así, Ernesto
Alterio no termina de cuajar en su rol de macarra
con pocas luces, mientras que Enrico Vecchi logra evolucionar de un secundario
poco interesante hasta lograr convencer en un papel cómico por su "exceso de empatía" con el secuestrado. Mención aparte merecen Clara Lago y Úrsula Corberó, pues sus papeles
resultan de lo más secundario. Y es que el film de Santi Amodeo, probablemente
no pasaría el -cada vez más en boga- Test
de Bechdel, que mide en nivel de paridad entre géneros en las películas,
pues sus personajes femeninos tienen un papel secundario y bastante pasivo.
Quizá
la mayor virtud de ¿Quien mató a Bambi?
es que nos cuenta una historia de enredo y caos que no es nada nueva, es un
relato contado miles de veces de mil maneras diferentes. Y sin embargo,
funciona, gusta y divierte como si fuera la primera vez. No es una obra
maestra, ni una comedia perfecta, eso es evidente; pero es un filme que cumple
con lo que promete con gran solvencia y un humor disparatado. Y eso ya es mucho.
NOTA:
7’5