Posted by : El día del Espectador febrero 25, 2014



           El mundo avanza muy deprisa. La tecnología se centra cada vez más en el mejorar las relaciones humanas y por tanto surgen ciertas cuestiones éticas que no se pueden ignorar. La serie británica Black Mirror es el gran referente de las desviaciones que podrían tomar los avances tecnológicos en el futuro cercano, abordando los temas siempre desde una óptica oscura y pesimista. Pero también hay lugar para una reflexión menos catastrofista, como es el caso de una joya del cine moderno: Her de Spike Jonze. La premisa, que bien podría pertenecer a un filme de serie B de hace algunos años, se resume en la siguiente idea: un hombre se enamora de una inteligencia artificial.

Theodore conoce a Samantha, su Sistema Operativo.
       Tan simple premisa sin embargo es capaz de abrir un abanico infinito de posibilidades, tanto narrativas como éticas. Jonze, que por primera vez dirige un guión escrito en solitario, se centra en la autenticidad de los sentimientos, plantea si las emociones pueden ser genuinas y cuál es el mismo concepto de realidad. Samantha (Scarlett Johansson), el sistema operativo del que Theodore (Joaquin Phoenix) se enamora, no existe en el mundo real, no tiene cuerpo, solo existe como impulsos eléctricos. ¿Significa eso que no existe? ¿Qué los sentimientos que provoca en Theodore son falsos? Nada más lejos de la realidad: Theodore y Samantha se aman, se necesitan, se complementan. La película indaga en cuán importante es el “otro”, si se necesita su presencia, si sentirnos abrazados por las noches o tener sexo es imprescindible para una relación o si ese mismo sentimiento se puede transmitir de otras maneras. Spike Jonze reduce una relación a lo esencial: dos personas que quieren conocerse la una a la otra. No se necesitan cuerpos, no se necesita nada más que el deseo de saber del otro, de sentir que no estamos solos en el mundo.

Joaquín Phoenix es pura sensibilidad.
       Porque los protagonistas de Her son dos personas solitarias, que están en una búsqueda continua de lo que los hace ellos mismos. Theodore no ha superado la separación de su mujer, su vida está estancada por lo que no puede ni avanzar ni retroceder: está en un limbo emocional. En cuanto a Samantha, su descubrimiento del mundo, su entusiasmo por conocer más y más contrasta con un comprensible complejo: la falta de cuerpo. Al igual que Theodore, se encuentra en un limbo, pero en este caso es virtual, lo que le proporciona una visión del mundo única. Esta soledad es la que propicia su unión: juntos evolucionan, conocen al otro pero sobre todo a sí mismos. Porque las relaciones humanas sirven entre otras cosas para saber más de uno mismo, para intentar comprender mejor el mundo.

El diseño de producción de Her es absolutamente impecable, con una estética muy reconocible y agradable.
           Her es un filme increíblemente sensible y humano. Gracias a un impecable guión y una siempre deslumbrante interpretación de Joaquin Phoenix, Spike Jonze proporciona al espectador un amplísimo catálogo de emociones que van desde la depresión, el miedo o la rabia hasta la ilusión, la alegría y la plenitud. De especial interés son las interpretaciones de Joaquin Phoenix y de Scarlett Johansson. El actor puertorriqueño construye un personaje tan desgarradoramente humano que enternece al espectador en prácticamente cada plano. La verdad del personaje es absoluta y no hay ni un solo resquicio en su interpretación. En cuanto a Johansson, la volubilidad de su voz, la infinidad de matices que puede imprimir a su forma de hablar permiten que el espectador no eche en falta su presencia en pantalla, que sería absolutamente innecesaria. Su interpretación fue recompensada con el premio a la Mejor Actriz en el último Festival de Roma.

         Y por último, el gran elemento que ayuda a Jonze a construir esa atmósfera tan característica es una marcadísima y agradable estética. Con una paleta de colores suaves y lavados salpicada de intensos tonos rojizos, el diseño de producción nos sumerge en ambiente pausado, tranquilo, extremadamente agradable. Esto, sumado a la banda sonora de Arcade Fire, conforma una estética coherente consigo misma y muy original.

Los Ángeles dentro de un futuro cercano, donde vive Theodore Twombly
            Sin duda Her es una de las películas del año y esperemos que su influencia dure más allá del 2014. Porque deberíamos preguntarnos: ¿seguirá siendo tan evocadora dentro de 30 años? Absolutamente, porque su discurso es universal y puede entenderse sin importar el contexto en el que se vea. Gracias señor Jonze.

NOTA: 9

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