Posted by : El día del Espectador marzo 24, 2013




            Decenas de jóvenes en bañador en la playa saltando y bailando en medio de una lluvia de alcohol. Algunas chicas en topless. Esta escena puesta a cámara lenta y con música de Skrillex convierten el inicio de Spring Breakers (Harmony Korine) en una experiencia apabullante. Estamos ante una escena verídica del Spring Break americano, que se suele traducir erróneamente como la Semana Santa española. Lo que hace al Spring Break tan famoso es el desenfreno de drogas, alcohol y sexo al que los jóvenes estadounidenses se entregan en algún momento del mes de Abril. Por ejemplo, cuatro amigas quieren irse de vacaciones a Florida pero no han ahorrado suficiente dinero. Solución: atracar violentamente una cafetería con un martillo y pistolas de agua. Una vez en Florida quedará claro que esa violenta experiencia las ha marcado inevitablemente.

            Spring Breakers no es lo que el cien por cien de los espectadores espera. La película plantea una reflexión necesaria sobre el valor de pasárselo bien y sobre cuál debe ser el grado de responsabilidad personal a la hora de intentarlo. Nuestras cuatro protagonistas, universitarias de 21-22 años, buscan la diversión a toda costa y sorprende cuán lejos están dispuestas a llegar para conseguirlo. Superada esa reflexión inicial, la película muestra las consecuencias de buscar la diversión hasta el extremo. Porque lo de menos en la película serán las drogas, omnipresentes. Es cuando aparece el personaje de Alien (James Franco) cuando a las chicas se les presenta un tipo distinto de diversión que, como un imán, tira de ellas irremediablemente. Alien, un gangsta de Florida, establece una conexión más allá de lo físico que se lleva por delante cualquier atisbo de responsabilidad en nuestro cuarteto protagonista. ¿Hasta donde se puede llegar para satisfacer a uno mismo?


            Harmony Korine plantea una serie de cuestiones sobre la búsqueda del “yo” a través de un tipo de narración basada en símbolos. La historia simplemente exuda de las imágenes, la deducimos de lo que vemos, porque lo que importa es el punto de vista que adopta el espectador sobre lo que le muestran. El lenguaje cinematográfico distancia al espectador de la narración y le fuerzan a preguntarse el porqué de las acciones de los personajes: ¿porqué se juntan con ese tipo?, ¿porqué no vuelven a casa?, ¿no han tenido ya suficiente? Korine huye de la narración clásica para extraer una reflexión sincera. Y para conseguirlo se sirve de la fotografía, la música y el montaje. Las imágenes de Spring Breakers hacen fácil lo difícil, dan una gran sensación de plasticidad gracias al uso de steadycams suaves, de encuadres aparentemente arbitrarios pero muy pensados y de una variedad cromática que le da un toque de profundidad. En cuanto a la música, predomina la electrónica en sus variantes ambiental y dubstep gracias al controvertido Skrillex (que hace una gran labor), creando un ambiente bastante drogodependiente y en ocasiones epiléptico, como las propias fiestas del Spring Break. Sin embargo, no deja de sorprender la efectividad que tiene una balada de Britney Spears cantada por James Franco mientras nuestras chicas bailan al atardecer con fusiles y pasamontañas rosas. Por último, el montaje es lo que da a la película ese tono simbólico ya comentado. Korine hace que los sonidos viajen a través de las imágenes, con voces diegéticas que se transforman en off adquiriendo significados completamente distintos. Y no hace falta decir cómo afectan los cortes a nuestras interpretaciones de las imágenes.

            Si por algo ha salido a la palestra esta película tan alejada de los cánones hollywoodienses es por dos de sus protagonistas, Selena Gómez y Vanessa Hudgens, ambas productos de la factoría Disney. Realmente impacta que actrices “curtidas” en Wizards of Waverly Place o High School Musical se encuentren en medio de orgias de tetas, alcohol, drogas e incluso armas. Sin embargo, por lo que la película deberá realmente recordarse en el apartado interpretativo es por un explosivo James Franco en el papel de Alien. Desde el momento en el que Franco aparece se come la película, arrebatando a las estrellas Disney el primer puesto en los créditos. Con una caracterización comparable a la de Robert Downey Jr. o Tom Cruise en Tropic Thunder, el lenguaje oral y corporal propio de los gangsta o niggas (con perdón) americanos lo borda hasta tal punto que sorprende que pueda ser ese chico tan simpático de El origen de el planeta de los simios. Sólo por ver la interpretación de un James Franco con trencitas y dientes postizos vale la pena la película.

            Pero preguntémonos: ¿porqué se debería ver Spring Breakers? Lo que esta claro es que no es lo que muchos adolescentes lascivos esperan ver, pero ahí reside el genio de Korine: en plantear un tema atractivo y desarrollarlo de forma inesperada. Muchos jóvenes pueden acudir al cine esperando la American Pie femenina y sorprenderse a sí mismos reflexionando sobre sus Spring Breaks pasados. O no, nunca se sabe.

            NOTA: 7,5

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