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- "FLIGHT": UN MAL ATERRIZAJE
Posted by : El día del Espectador
enero 28, 2013
Tarantino,
Haneke, Ang Lee, Bigelow, mi adorado Spielberg...las nueve cintas nominadas a
mejor película en los próximos premios Oscar a la vez en cartelera y yo decido
entrar a ver Flight (Robert Zemeckis, 2012).
Elijo
Flight porque la dirige uno de los grandes directores norteamericanos, capaz de
ofrecer dos obras maestras que reflejan hasta dónde puede llegar Hollywood
cuando toda su maquinaría funciona a la perfección (Forrest Gump y Naúfrago) y
dirigir una de las pocas películas de los 80 a la que no le afecta el ejercicio
nostálgico que funciona sobre esa década (Regreso al futuro). Además la
protagoniza una estrella, uno de los pocos actores cuya presencia me garantiza
el visionado de una película: Denzel Washington.
La
mayor virtud de Zemeckis es conseguir la invisibilidad a pesar de su gran
destreza técnica y su indudable dominio del lenguaje cinematográfico; consigue
en sus mejores momentos que sus películas vayan solas. Aquí lo vuelve a lograr con
esa prodigiosa media hora inicial con el accidente aéreo mejor rodado de la
historia combinado con la presentación paralela del otro personaje clave de la
cinta. Puro cine. Cierto es que la primera escena ya sirve para presentar de un
plumazo al personaje del comandante Whip Whitaker, pero es difícil prestarle
atención ante la perfección de todo, todo lo que nos muestra Nadine Velazquez.
Whitaker
es uno de los personajes más complejos de la carrera de Washington, un antihéroe
totalmente despreciable que aun así consigue caer simpático al espectador. Un
completo adicto (al alcohol, a las mentiras, a la autodestrucción) en busca
permanente de su propio beneficio y sin posibilidad de redención; pero también
un piloto magistral capaz de salvar la vida a un centenar de personas. El actor
se entrega totalmente a un personaje por el que nunca podrá llevarse el Oscar a
pesar de merecerlo, una estrella no puede hacer ciertas cosas en la pantalla,
no puede ser una representación del cinismo.
Aquí
está el problema de Flight, tras plantear un montón de cuestiones interesante: el
heroísmo, la hipocresía, la necesidad de las drogas para conseguir el milagro,
la diferencia entre vida personal y profesional, la aceptación de uno mismo y
presentar una serie de personajes heridos y llenos de dobleces morales; opta
por centrarse en la simple adicción alcohólica e ir reduciendo su campo de
visión hasta convertir la audiencia final en una reunión de alcohólicos
anónimos de escala nacional.
Lo
peor es que este final increíble llega justo después del momento en que la
película se lanza sin protecciones y abandona cualquier corrección política,
ofreciendo la realidad tal como es y aceptando la utilidad de las adicciones a
través del único personaje honesto de la película: el camello brillantemente
interpretado por John Goodman. El inmenso actor ofrece la verdadera cara de los
personajes y abre las puertas a la celebración total del cinismo. Aquí, Flight
se esconde, se acobarda y convierte su final en una mentira mayor que la que
representaban sus personajes. A lo mejor esa era su intención pero no lo creo.
Zemeckis
eleva por encima de sus posibilidades un guión (de John Gatins) a ratos repetitivo, con falta de
atrevimiento tras su primera parte y que termina olvidando a algunos personajes
brillantemente definidos (Kelly Reilly se merecía una nominación por su papel de
la herida y también egoísta Nicole, una drogadicta que devuelve cualquier favor
mediante su cuerpo y que tanto recuerda a Robin Wright en Forrest Gump).
Por
tanto, Flight podría haberse convertido en una extraordinaria película pero no
se atreve a coger más altura y termina descendiendo a una corriente más
cómoda que al final la deja fuera de lugar. Supone eso sí, la recuperación del
mejor Zemeckis después de sus desafortunadas aventuras animadas, apoyado por
unos secundarios de lujo, un uso de las canciones como siempre magistral y un
domino de la narración único. Forrest Gump, Chuck Noland y Whip Whitaker, tres personajes
en la búsqueda sí mismos.