Posted by : El día del Espectador junio 26, 2013

ÁLVARO TEJERO



En apenas 4 años nos han dejado tres de los escritores de ciencia ficción más grandes del siglo XX, y con el paso del tiempo no quedará ninguna duda,  de toda la historia. Ayer le tocó el turno a Richard Matheson. De los tres escritores, Ballard y Bradbury son los otros dos, Matheson es el que estuvo más ligado al medio cinematográfico al adaptar muchas de sus obras al cine. Esto le permitió poder controlar más sus obras e intentar que el espíritu que impregnaban sus páginas quedara intacto; pero sin olvidar las particularidades del cine y su propia narrativa. Sin está capacidad para adaptarse a diferentes medios sus obras no hubieran alcanzado tal calidad.

No soy un experto en la literatura de ciencia ficción ni voy a engañar presumiendo de haber leído la mayor parte de su obra. Mi relación con Matheson es puramente audiovisual. Pero si que uno de mis primeros recuerdos cinematográficos va unido a su nombre. Se trata de “Duel”, la obra que lanzó a Steven Spielberg en su imparable carrera hacia el éxito y que aun hoy sigue siendo una de las obras maestras del director de E.T.

A Matheson le encantan los protagonistas solitarios, perdidos y desorientados siempre en una lucha a muerte contra algo casi irreal. El hombre frente a la inmensidad del universo, solo ante todos sus miedos. Así podemos observarlo en sus tres obras más famosas y sus adaptaciones al cine. “Soy leyenda” y ese último superviviente de la raza humana perseguido por los que antes eran como él; el apático conductor de “El diablo sobre ruedas” obligado a luchar por su vida ante un camionero sin rostro ni razones; o ese hombre cuya apacible vida se derrumba por la radiación atómica y se convierte en una mota dentro del universo en ese clásico de la ciencia ficción que es “El increíble hombre menguante” de Jack Arnold.

Spielber y Jack Arnold filmaron las dos mejores obras de Matheson al entender la fisicidad de sus guiones, su terror inherente que convive con nuestra realidad, tan simples en sus estructuras como complejas en sus enunciados y consecuencias. Películas que huyen del diálogo y se centran en la elípsis y las acciones. También estuvo cerca el “Soy leyenda” de Will Smith, con una primera hora modélica en la representación de la soledad pero con una parte final que cedió a las obligaciones comerciales convirtiéndola en una cinta de acción.

Por desgracia, también se cometieron verdaderos atropellos en su nombre. En este siglo se estrenaron “Acero Puro” y “La caja”, ambas basadas en relatos suyos. La primera solo conserva de Matheson el título y la segunda se perdió en la atmósfera desaprovechando una gran historia y demostrando que “Donnie Darko” fue un accidente de su director.

Richard Matheson colaboró con más proyectos y sus obras seguirán adaptándose al cine (miedo da el remake de “El increíble hombre menguante”) pero el ya no estará ahí para escribir los guiones. Espero que esos proyectos vayan a manos respetables. Ya sea un Spielberg o nuevos directores de ciencia ficción como Alex Proyas y  George Nolfi que ya han demostrado su valía en obras como “Yo Robot” y esa pequeña joya tan romántica como elegante que es “Destino Oculto”.


Tocará ver “ El diablo sobre ruedas” una vez más. No hay mejor homenaje posible.

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