Posted by : El día del Espectador junio 22, 2013


HIMAR R. AFONSO



La adaptación contemporánea que Nolan ha querido hacer del superhéroe más famoso de todos los tiempos se ha preocupado, al igual que Batman, por acercar su universo fantástico al nuestro, haciendo de este “hombre de acero” algo más tangible, más verosímil.

Para ello, en primer lugar, se han gastado unos 200 millones -como va siendo habitual en las superproducciones que, lejos de agotarse, se multiplican como conejos- de manera que ya no tenemos que esforzarnos en imaginarnos que la ciudad se está destruyendo, que Kal-El está volando o que hay naves extraterrestres. A parte de los inagotables recursos económicos (que vuelven a ser la única baza de estos blockbusters), la película ha tratado de cimentarse en una idea sencilla con la que intentan conectar nuestro mundo con el universo DC-Nolan: ¿está el mundo preparado para alguien así? De esta manera, durante cierto tiempo crean una doble expectación: por un lado, esperar a que Clark Kent se decida a ser quien está predestinado a ser y, por el otro, ver la reacción del mundo ante este dios.

En cualquier caso, estas cuestiones no conforman el epicentro del filme; es una de esas veces en las que las campañas promocionales no engañan, hay más explosiones que diálogos (y mira que la película es larga), pareciendo a ratos un trabajo de Roland Emmerich, y una falta de sentido del ritmo en el relato desastrosa. Una vez más, como en las miles y miles de películas de este calibre, el grave problema reside en el guión: es poco interesante, pretencioso y mal distribuido. Los personajes se plantean con grandes conflictos internos que luego resuelven como quien se va a hacer la compra para volver a tener la despensa llena; esto hace que el interés decaiga, pues los personajes solventan fácilmente los obstáculos (y eso que se ha hecho un esfuerzo por mostrar a un Superman menos invencible, en la medida en que los villanos son de su planeta y, por tanto, poseen sus mismas condiciones físicas) y, desde luego, que todos los planteamientos presuntuosos (el conflicto entre dos mundos, la elección entre dos razas, la función del superhéroe...) se caigan por su propio peso en favor de lo que, al parecer, prima inevitablemente es cualquiera de estas historias: peleas, explosiones, peleas, impresionantes efectos visuales, momentos graciosos, relaciones sanas y limpias, peleas... mejor sería ahorrarse todas esas cuestiones morales destinadas a convertir El hombre de acero en la mejor película de superhéroes de todos los tiempos (como ocurrió con La leyenda renace de Nolan aunque, en mi opinión, con mejor resultado) y darle un tono más “relajado” y más coherente con el planteamiento real.

El tercer gran problema del guión es, como hemos comentado, su distribución. A pesar de ser bastante larga, no tienen tiempo de contar todo lo que quieren contar. Por ejemplo, quieren dar mayor importancia a Krypton, a su historia, algo que está muy bien; pero se realiza mediante unas secuencias llenas de elipsis, sintetizadas hasta la saciedad y bastante superficiales. Empezando así, podría pensarse que en el resto de la película hay todavía muchas cosas que contar, pero no. Cuando todo está contado, ya tienen tiempo para lo que creen saber hacer (porque Snyder, diría, tampoco ha hecho un trabajo muy brillante en la dirección): poner un croma y contarnos una historia o, lo que es lo mismo, poner a dos personajes a pelear y a destrozar todo. Por otro lado, la decisión de contar la historia con flash-backs no funciona, en esta ocasión, por dos motivos: el primero tiene que ver con la intención de profundizar en el héroe pues, al ir fragmentando los episodios de su vida, cuesta formar parte de ella y de su evolución; en segundo lugar, porque al haber tanta información, termina siendo todo bastante caótico y ruidoso. No ocurrió lo mismo con Batman Begins (la primera de esta, al parecer, interminable “Factoría-Nolan”) que, sin ser una historia lineal tampoco, sí que tenía premisas bastante más sencillas y que podían trabajarse mejor; el resultado era mucho más compacto y sólido, sin necesidad de grandes planteamientos trascendentales. Y no es que estos planteamientos sean negativos... lo son cuando no eres capaz de hacerles frente en el guión. Siendo entretenida (eso sí), no veo que esta nueva versión sea mejor que la original de Richard Donner, una historia bastante más infantil y cercana al cómic, y sin querer situarlo en nuestro mundo. Diría que Batman Begins, que se tomó en serio lo que quería ser pero sin buscar más donde no había, es la única que ha conseguido sin fisuras ese acercamiento entre nuestro universo y el de los superhéroes, ese acercamiento entre lo tangible y lo fantástico. Man of Steel, por su parte, es un blockbuster más.


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