HIMAR
R. AFONSO
La
adaptación contemporánea que Nolan ha querido hacer del superhéroe
más famoso de todos los tiempos se ha preocupado, al igual que
Batman, por acercar su universo fantástico al nuestro, haciendo de
este “hombre de acero” algo más tangible, más verosímil.
Para
ello, en primer lugar, se han gastado unos 200 millones -como va
siendo habitual en las superproducciones que, lejos de agotarse, se
multiplican como conejos- de manera que ya no tenemos que esforzarnos
en imaginarnos que la ciudad se está destruyendo, que Kal-El está
volando o que hay naves extraterrestres. A parte de los inagotables
recursos económicos (que vuelven a ser la única baza de estos
blockbusters), la película ha tratado de cimentarse en una
idea sencilla con la que intentan conectar nuestro mundo con el
universo DC-Nolan: ¿está el mundo preparado para alguien así? De
esta manera, durante cierto tiempo crean una doble expectación: por
un lado, esperar a que Clark Kent se decida a ser quien está
predestinado a ser y, por el otro, ver la reacción del mundo ante
este dios.
En
cualquier caso, estas cuestiones no conforman el epicentro del filme;
es una de esas veces en las que las campañas promocionales no
engañan, hay más explosiones que diálogos (y mira que la película
es larga), pareciendo a ratos un trabajo de Roland Emmerich, y una
falta de sentido del ritmo en el relato desastrosa. Una vez más,
como en las miles y miles de películas de este calibre, el grave
problema reside en el guión: es poco interesante, pretencioso y mal
distribuido. Los personajes se plantean con grandes conflictos
internos que luego resuelven como quien se va a hacer la compra para
volver a tener la despensa llena; esto hace que el interés decaiga,
pues los personajes solventan fácilmente los obstáculos (y eso que
se ha hecho un esfuerzo por mostrar a un Superman menos
invencible, en la medida en que los villanos son de su planeta y, por
tanto, poseen sus mismas condiciones físicas) y, desde luego, que
todos los planteamientos presuntuosos (el conflicto entre dos mundos,
la elección entre dos razas, la función del superhéroe...) se
caigan por su propio peso en favor de lo que, al parecer, prima
inevitablemente es cualquiera de estas historias: peleas,
explosiones, peleas, impresionantes efectos visuales, momentos
graciosos, relaciones sanas y limpias, peleas... mejor sería
ahorrarse todas esas cuestiones morales destinadas a convertir El
hombre de acero en la mejor película de superhéroes de todos
los tiempos (como ocurrió con La leyenda renace de Nolan
aunque, en mi opinión, con mejor resultado) y darle un tono más
“relajado” y más coherente con el planteamiento real.
El
tercer gran problema del guión es, como hemos comentado, su
distribución. A pesar de ser bastante larga, no tienen tiempo de
contar todo lo que quieren contar. Por ejemplo, quieren dar mayor
importancia a Krypton, a su historia, algo que está muy bien; pero
se realiza mediante unas secuencias llenas de elipsis, sintetizadas
hasta la saciedad y bastante superficiales. Empezando así, podría
pensarse que en el resto de la película hay todavía muchas cosas
que contar, pero no. Cuando todo está contado, ya tienen tiempo para
lo que creen saber hacer (porque Snyder, diría, tampoco ha
hecho un trabajo muy brillante en la dirección): poner un croma y
contarnos una historia o, lo que es lo mismo, poner a dos personajes
a pelear y a destrozar todo. Por otro lado, la decisión de contar la
historia con flash-backs no funciona, en esta ocasión, por dos
motivos: el primero tiene que ver con la intención de profundizar en
el héroe pues, al ir fragmentando los episodios de su vida, cuesta
formar parte de ella y de su evolución; en segundo lugar, porque al
haber tanta información, termina siendo todo bastante caótico y
ruidoso. No ocurrió lo mismo con Batman Begins (la primera de
esta, al parecer, interminable “Factoría-Nolan”) que, sin ser
una historia lineal tampoco, sí que tenía premisas bastante más
sencillas y que podían trabajarse mejor; el resultado era mucho más
compacto y sólido, sin necesidad de grandes planteamientos
trascendentales. Y no es que estos planteamientos sean negativos...
lo son cuando no eres capaz de hacerles frente en el guión. Siendo
entretenida (eso sí), no veo que esta nueva versión sea mejor que
la original de Richard Donner, una historia bastante más infantil y
cercana al cómic, y sin querer situarlo en nuestro mundo.
Diría que Batman Begins, que se tomó en serio lo que quería
ser pero sin buscar más donde no había, es la única que ha
conseguido sin fisuras ese acercamiento entre nuestro universo y el
de los superhéroes, ese acercamiento entre lo tangible y lo
fantástico. Man of Steel, por su parte, es un blockbuster
más.