Posted by : El día del Espectador enero 14, 2013


HIMAR R. AFONSO

Continuamos con el Top-10 de 2000 a 2012, iniciado con el artículo de mi compañero Marco Barada.

Antes de cerrar definitivamente mi lista de las diez mejores películas desde el año 2000 al recién finalizado 2012, hice una primera lista en la que había unos cuarenta filmes. A partir de ahí, largos quebraderos de cabeza me ayudaron a ir descartando hasta quedarme con las diez elegidas; si bien algunas las tuve claras desde el primer momento, me resultó francamente difícil descartar muchas otras, y me tomaré el privilegio de, aunque sea, citarlas al final del artículo. En cualquier caso, mi lista definitiva es la siguiente:

Master & Commander: al otro lado del mundo (Master and Commander: The Far Side of the World, 2003), de Peter Weir.

Si bien el resto de películas de esta lista no responden a un orden de preferencia, la película del director australiano es, en mi opinión, la mejor película de la década (y de lo que llevamos de milenio), como mínimo. El cuidado extremo del detalle en todas las competencias de la obra (dirección, efectos visuales, interpretaciones, banda sonora, fotografía, guión, rigor histórico...) la convierte en la más digna sucesora del subgénero de aventura marítima, superando a sus predecesoras y construyendo, sin precedentes, una descripción impecable de la figura del Líder, de la lucha por unos objetivos y de la narración elegante y emotiva.

Apocalypto, (2006), de Mel Gibson.

Siempre han dado que hablar las películas dirigidas por Gibson, si bien el revuelo de La pasión de Cristo (The Passion of the Christ, 2004) supera cualquier otro, incluso la sensación que causó Braveheart (1995). Pero esta película sobre los mayas, sustentada en la frase del filósofo e historiador William J. Durant “Una gran civilización no se conquista desde fuera hasta que no se destruya desde dentro”, es, a mi juicio, una de las películas más brutales de los últimos tiempos, tanto por la violencia explícita (cada vez menos eficaz) como por todos los acontecimientos que rodean la historia. La capacidad de este gran cineasta para generar todo tipo de sensaciones, maltratándonos con decapitaciones y maravillándonos con un parto bajo el agua, convierten Apocalypto en una auténtica obra maestra.

Shrek (2001), de Andrew Adamson y Vicky Jenson.

Ya he hablado alguna vez de esta película, así que no me extenderé. Simplemente creo que, tras la evidente nueva tendencia que implantó Toy Story (1995), de John Lasseter, a partir de la cual el cine de animación se concebiría principalmente como plataforma digital, la película de Adamson y Jenson renovó el concepto narrativo a partir de la deconstrucción de los cuentos de hadas. Este simple detalle ha hecho que buena parte del cine de animación posmoderno trabaje sobre la sátira y la parodia de las estructuras clásicas, otorgándole también cierta licencia para ser un cine que apele a un humor algo más adulto en ocasiones, si bien sigue siendo, en general, cine infantil. Por tanto, más allá de mi incondicionalidad con la película, hay motivos objetivos para considerarla importante.

El bosque (The Village, 2004), de M. Night Shyamalan.

Antes de hablar de esta película, debo decir que Shyamalan es, en mi opinión, el mejor director contemporáneo por goleada y el que más me interesa con diferencia. De hecho, de las seis películas que ha realizado en los últimos doce años, cuatro de ellas (incluidas ésta) serían, en circunstancias normales, elegidas para mi lista; pero he intentado serenarme en este sentido, “controlar mi mente”, como diría mi buen amigo Néstor Sánchez, y quedarme con la que, para mí, es su mejor obra. Predecible para mucha gente (parece que esto es sinónimo de fracaso absoluto...), diría que esta película es el claro ejemplo de cómo el cine fantástico y de suspense sirve de base para hablar de múltiples temas y para desarrollar diversas tramas. Pero ya hablaré en profundidad de ella en próximas publicaciones, simplemente decir que es, para mí (insisto), el mejor trabajo del mejor director de la actualidad.

Black Hawk derribado (Black Hawk Down, 2001), de Ridley Scott.

Si alguien pensó que después del desembarco de Normandía recreado por Steven Spielberg, nadie iba a rodar jamás una escena como esa, solo tuvo que esperar tres años para que Scott le hiciera la competencia. Cierto es que, probablemente, no hay una secuencia más compleja ni rodada con mayor maestría que la de Salvar al soldado Ryan (Saving Private Ryan, 1998), pero Ridley Scott, cuyo cine ha sido en la última década mucho menos valorado que sus valientes primeros trabajos (seguramente por su definitivo abandono de la profundidad del guión), demuestra ser uno de los realizadores más capacitados del panorama actual a sus 75 años (64 entonces). Diría que Black Hawk derribado es la última joya bélica que nos ha regalado el cine.

En América (In America, 2002), de Jim Sheridan.

Una de las películas más sensibles que he visto, con un tratamiento del trauma familiar totalmente desprovisto de sensacionalismo y un desarrollo perfecto de la historia. El director irlandés consigue elaborar una de sus obras más intimistas (algo parecido le pasó a su familia), intruduciéndose en la esencia del dolor humano sin que te des cuenta. No veo mejor ejemplo de cómo trabajar el subtexto de una historia siendo elegantemente sutil, mostrando las cartas sobre la mesa en el momento que hay que hacerlo y sin caer en la fácil y molesta práctica del guión explícito.

El protegido (Unbreakable, 2000), de M. Night Shyamalan.

No pude evitarlo, ahí va la segunda de Shyamalan, prometo que la última. Pero en vez de hablar de ella, cosa que ya he hecho en el primer Ciclo Shyamalan, aprovecho para reivindicar otras dos obras del director indio: Señales (Signs, 2002) y La joven del agua (Lady in the Water, 2006); la primera, por lo que suelo oír, fue totalmente malentendida, y la segunda, injustamente destrozada. No he visto una película capaz de tratar temas como la pérdida de la fe o el conflicto existencial de una persona como en Señales, ni la magia y la sensibilidad infantil de La joven del agua. Escojo El protegido porque, un año después de la virtuosa y maldita El sexto sentido (en la medida en que condicionó todo el trabajo posterior de Shyamalan), la película del “superhéroe real” estuvo muy pero que muy a la altura de las circunstancias.

Valor de ley (True Grit, 2010), de los hermanos Coen.

Diría que desde Sin perdón (Unforgiven, 1992) de Clint Eastwood, no había percibido renovación alguna en el eterno género del western. Pero los hermanos Coen realizan un remake en el que demuestran las posibilidades que aún tiene el género, dándole a la historia un aire de cuento (que no infantil) nostálgico que demuestra su maestría, a pesar de que se aleja en cierta medida del estilo identitario de su obra. Sin desmerecer la ovacionada No es país para viejos (No Country for Old Men, 2007), creo que Valor de ley es lo mejor que han hecho los dos hermanos desde Fargo (1996).

Shutter Island (2010), de Martin Scorsese.

De repente, Scorsese cogió la batuta y decidió dar una clase de cine al mundo entero realizando uno de los trabajos formales más perfectos de la década. Esta película, basada en la novela de Dennis Lehane, ha recibido críticas por ser predecible (¡y dale con el “predecible”!), aunque a mí no me lo pareció. Pero más allá de esos puntos narrativos en los que no deja conforme a mucha gente al parecer, creo que a nivel estético y formal es una película asombrosa, una lección de cine de género y un éxtasis constante; el mejor Di Caprio con diferencia demuestra ser uno de los grandes actores del momento, y el maestro de los ochenta se divierte en un género que, aunque parezca mentira, casi no había tocado.

El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo (The Lord of the Rings: The Fellowship of the Ring, 2001), de Peter Jackson.

Dejo para el final la gran obra de Peter Jackson y, probablemente, la que más merece pasar a la historia del cine tanto por su renovación artística como por la épica producción y el impacto mundial. Escojo la primera en representación de la trilogía porque, a mi juicio, es la que mejor reúne los ingredientes que quisieron mezclarse al concebir esta superproducción: cine de género que reinventa su propio universo. Desde Star Wars, creo que ninguna trilogía y ninguna película había creado tal respuesta social y, si bien es posible que la saga de Lucas siga generando más dinero que nadie, debo decir (con perdón a los fans) que la de Jackson es, a todos los niveles, bastante mejor. Como ya dije, una película de aventuras que se toma en serio el género. Mi compañero Marco habló de ella

Y hasta aquí mi lista del milenio. Como he comentado, dejo atrás algunos títulos y algunos directores que merecerían, para mí, estar en el top-10. Por ejemplo, dos películas que estuvieron ahí hasta el final son Enemigos públicos (Public Enemies, 2009), del injustamente olvidado Michael Mann, y Munich (2005), de Steven Spielberg, la que para mí es una de sus mejores películas, si no la mejor; pero no entró finalmente el director de La lista de Schindler (Schindler´s List, 1993), para disgusto de mi amigo Álvaro Tejero, al igual que dejo fuera al enorme Clint Eastwood, pese a haber hecho una cantidad importante de películas en la última década y a pesar de estar hoy por hoy valoradísimo (quizás en exceso en sus últimos trabajos); pero creo que Million Dollar Baby (2004), Cartas desde Iwo Jima (Letters From Iwo Jima, 2006) y Gran Torino (2008) son tres auténticas maravillas. Reivindicar, en esta ocasión, Alejandro Magno (Alexandre, 2004), de Oliver Stone, para mí la mejor película en la corriente épica que desde los noventa se viene dando, quizás porque es mucho más que una película épica. Dejo fuera también trabajos exquisitos como La ventana secreta (Secret Window, 2004), de David Koepp, y El mercader de Venecia (The Merchant of Venice, 2004), de Michael Radford, un ejercicio de teatro audiovisual de celebración. Una película que medité mucho fue El mundo según Barney (Barney´s Version, 2010), de Richard J. Lewis, pues me sorprendió gratamente la libertad narrativa del relato, y también otras recientes como Shame (2011), de Steve McQueen, o Take Shelter (2011), de Jeff Nichols.

No sé si me dejo alguna más; en cualquier caso, mi lista definitiva es ésta, decir que parece ganar 2001 como año de mejor cosecha (en esta escuetísima lista) y mi Shyamalan como mejor director. Ciertamente, una lista más homogénea que la de mis compañeros Marco Barada y Diego Real (sobretodo la de Diego, ¡increíble!) en cuanto a propuesta narrativa y expresión artística.

¡Mañana más!

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