Posted by : El día del Espectador marzo 26, 2013




Llueve en Seatlle. Llueve de día y de noche, laborables y festivos, con frío o calor, lleves paraguas o la cabeza descubierta, independientemente de tu estado de ánimo. Y esa lluvia sin fin empapa todos los recovecos del alma de los personajes, sumiendo la vida de Seatlle en la oscuridad más trágica.

Esa cortina de agua constante, junto con las alcantarillas humeantes entre grises edificios y la espesa vegetación, sumen la ciudad y la serie que en ella transcurre en el olvido. En un sombra escurridiza como la de Rosie Larsen, que persigue sin descanso a los protagonistas de The Killing.

No tengo dudas al afirmar de que en la actualidad hay cuatro series que miran con amplia superioridad al resto: se trata de Mad Men, The Killing, The Newsroom y Boardwalk Empire por orden de simpatía personal. Son cuatro maravillas de la televisión que pierden los premios más importantes ante algo como Homeland. Y de todas ellas, solo hay una que provoca mi adicción: The Killing.

Este mes y medio que llevo escayolado no hubiera sido igual sin la compañía de la segunda temporada de la serie protagonizada por los detectives Sarah Linden y Stephen Holder,  interpretados a la perfección por Mireille Enos y Joel Kinnaman. Una pareja que ya ha entrado por derecho propio en la historia, junto a dúos del calibre de Malder y Scally.

Sin embargo convertirse en adicto a The Killing tiene sus inconvenientes.  Cada capítulo te deja destruido, te oscurece un poco más el alma y te baña en una tristeza que te acerca un poco más al lado oscuro del que tanto nos advertía el maestro Yoda. La serie creada por Veena Sud se convierte en un radiografía del dolor, de la perdida y de la confusión; saca a la luz el peor lado del ser humano, todas las debilidades y secretos que se esconden normalmente.

El desilusionante final de la primera temporada provocaba dudas sobre el devenir de la serie. El cabreo que provocó en muchos de los espectadores (posiblemente mucho tuvo que ver la forma de vender la serie) creaba miedo ante la segunda tanda de episodios. Nos sentíamos un tanto estafados de que hubieran jugado con nosotros.

Pero los dos primeros capítulos de la segunda temporada sirven para despejar cualquier temor. La serie se supera a cada momento centrándose por completo en Seatlle y sus habitantes. Cada personaje emprende un viaje interior que les hará replantearse todo su mundo y confluirá en ese devastador e inesperado descubrimiento del asesino de Rosie Larssen, convirtiéndose ese último capítulo en una de las obras cumbres de la historia de la televisión. Para quién no lo tenga claro, en especial por las críticas que recibe por eso, la serie no va de descubrir al asesino de la chica Larsen tal cual. Esa sería hacer una lectura superficial de The Killing.


La serie toma riesgos y consigue grandes aciertos: muestra como nunca antes la forma de vida actual de los territorios destinados a los indígenas, toda la porquería que envuelve a los poderes del estado y el drama que se esconde detrás de cada familia. Un suspense enfermizo en el que tiene mucho que ver la gran Agnieszka Holland. Cada protagonista debe elegir un camino y solo cerrando puertas en su desesperación pueden abrir una nueva.

Después de la relativa decepción que supuso la primera temporada (no terminaba de colmar las expectativas de muchos tipos de espectadores) y la ausencia de premios importantes, la serie y sus creadores se lanzaron sin miedo a explorar todo aquello que les apetecía. Una serie nada gratificante ni amable con el género humano en general ni la sociedad norteamericana en particular que la ha llevado a una cancelación cantada, salvada en el último momento, y su desaparición de los círculos públicos de comunicación.


Por suerte algunos seguimos disfrutándola y sufriendo por el destino de sus personajes. Admirando el trabajo de todos sus actores y la enorme química de Holder y Linden (que no estuviera entre las nominadas a los Globos de Oro es una de las mayores injusticias de este siglo). Esperando volver a oír la hipnotizadora música que anuncia el final de cada capítulo y la hora de quitarnos nuestro chubasquero y volver a observar la engañosa luz del sol.



Y para la tercera temporada un misterio sin resolver. ¿Qué le iba a contestar Linden a la psiquiatra?

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