Posted by : El día del Espectador enero 31, 2013


   ADRIÁN GONZÁLEZ

Hace unos años tuve el enorme placer de ver la película Una Historia Verdadera, unfilm increíblemente sencillo de uno de los directores (David Lynch) máscomplejos que ha dado el cine en buena parte de su historia. Porque nos gustemás o menos su filmografía, nadie puede negar que David Lynch es un maestro dela puesta en escena… y eso, lo admito, me aterra.

Meaterra porque detrás de esta categoría, que debería ser todo un halago, seesconden estupendos artistas de la imagen, pero nefastos narradores. Y tras labellísima cortina de terciopelo se encuentra la nada, el vacío, la ausencia dehistoria, de trama; y en última instancia, la ausencia de interés.

Nose confunda el lector: con estas palabras no se pretende sentar cátedra acercade lo que debe o no debe ser el Cine; ni por supuesto se quieren restar méritosa un director como David Lynch. Es más bien una visión personal sobre lafunción fundamental del séptimo arte como medio de contar historias. Tesis quepuede resultar paradójica si tenemos en cuenta la absoluta hegemonía del cinenarrativo actual. Pero reflexionemos un instante: historias, lo que se dicenbuenas historias ¿cuántas aparecen cada año? Pocas, muy pocas. Y cuando uno,como espectador, decide apartarse momentáneamente del estilizado cine deatracciones de Hollywood, se topa con un cine de autor igualmente estilizado.La diferencia es que los primeros buscan la adrenalina de las emocionesfuertes, y los segundos el lirismo de los sentimientos. Y mientras, el guion sedifumina, se simplifica y acaba por desaparecer.

Porello, cuando leí las primeras críticas de Amour no pude sino alegrarme ante laperspectiva de encontrarme con otra Historia Verdadera. Porque al igual que meocurre con David Lynch, Haneke no es precisamente santo de mi devoción. En sudía Funny Games no me pareció más que un decente entretenimiento macabro; ynunca he terminado de sorprenderme por los innumerables aplausos y halagos querecibió su anterior película, La Cinta Blanca, un film extremadamentemaniqueísta  y con un desarrollonarrativo nulo (eso sí, la puesta en escena magistral).

Sinembargo Amour es una obra totalmente distinta. Al igual que hizo David Lynch enUna Historia Verdadera, Haneke ha dejado a un lado sus ambiciones más puramenteescénicas para centrarse en sus personajes y en su historia. Y el austríaco loborda de principio a fin.

Amoures la historia de una pareja de ancianos que un día ven alterada su vida cuandoa la mujer le da un ictus y queda progresivamente paralizada ante una malaintervención médica, poniendo así a prueba la relación de amor entre ambos.

Naomi Watts en Funny Games
Nohacen falta más palabras para resumir el filme de Haneke. No serán pocos loslectores que, de alguna u otra forma, han estado próximos a una situaciónsemejante, independientemente del nombre de la enfermedad. Porque si algodestaca de Amour es su naturalismo. A excepción de dos secuencias “simbólicas”más o menos claras, el resto de la película es de un realismo extremo, de esosque duelen, que agobian, que no dejan respirar.

Eneste sentido debemos detenernos en los dos grandes artífices del milagro: Jean-LouisTrintignant y Emmanuelle Riva.Es cierto que la actriz es la que se está llevando todos los halagos por lacomplejidad de su papel de enferma, pero seríamos injustos si no aplaudiéramoscon igual fuerza al veterano actor. Porque si la primera ofrece una lecciónmagistral como paralítica en progresión, el segundo deslumbra en su papel demarido entregado y enamorado.Es tal la naturalidad y la química entre ambosintérpretes, que uno no deja de preguntarse en todo momento qué habrán pensadosobre la tragedia que aborda la película, estando como están sus protagonistastan cerca del final.


Y es que, como ya han expresado muchos críticos,Amour es una película sobre la muerte, sobre el final de la aventura de lavida. Es una película que pone en juego con una seguridad asombrosa,problemáticas tan conflictivas como la eutanasia o la relación padres-hijos enlos últimos capítulos de nuestra existencia.

Más impresionante resulta aún el hecho de no caerjamás en la sensiblería. Nos son pocos los que acusan al cine de Haneke de serextremadamente frío, y no seré yo quien diga lo contrario, pero hay que admitirque en Amour la supuesta frialdad de su filmografía funciona a la perfección.Porque como si de una barrera se tratara, las emociones no desbordan jamás loslímites de la trama. Cada segundo, cada minuto, cada plano, destila unadelicadeza y una ternura absolutamente realistas y acordes al drama que se nosestá contando. No sobra ninguna escena; no hay manipulación. Tan solo el dolory el amor de una pareja que ven como sus vidas están llegando a su fin.

De igual forma, y como dijimos al principio de estamodesta crítica, Haneke no se entretiene apenas en artificios visuales. Lapuesta en escena queda absolutamente supeditada a la narración, utilizando confrecuencia el fuera de campo y el plano secuencia (atención a la escena del clímax , pero siempre desde la perspectiva de la máxima fidelidad espacio-temporal.

Amour, en fin, no es brillante por su naturalistapuesta en escena; tampoco lo es por su historia y el drama que encierra; ni siquiera lo es por las estupendas interpretaciones que sostienen al film. Amoures brillante porque cuando aparecen los títulos de crédito respiras aliviado,tras dos horas de absoluta claustrofobia, y entonces recuerdas, como ocurríacon Una Historia Verdadera, algo que se nos olvida con peligrosa frecuencia:¡qué bello es vivir!

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  1. Buenas tardes, soy directora de relaciones públicas del próximo éxito cinematográfico español: Ámame dos veces. Es un proyecto alternativo de largometraje que verá la luz en 2013, con una financiación y distribución innovadoras. Como aún no podemos contarle mucho más, le quiero proponer un encuentro "on-line" donde realicemos una pequeña entrevista a nuestro proyecto. ¿Que qué podemos ofrecerle? Pues para empezar, que este proyecto surge de la creación y pasión por el cine de unos jóvenes estudiantes de Periodismo y Comunicación Audiovisual, y pretende llegar a la GRAN PANTALLA con la ayuda de todos. Algo que sólo se aprende estando inmerso en el negocio es que la producción cinematográfica es muy dura, y necesita de mucho tiempo y capital. Demosle la vuelta, contemos al mundo como se produce una extraordinaria película desde el salón de tu casa. Necesitamos la mayor repercusión posible, ¿Nos ayudáis a seguir creciendo?

    María Cuñado Martínez
    Directora de RRHH, Ámame 2 veces
    Madrid, España
    dragonseta@hotmail.com

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