Posted by : El día del Espectador diciembre 20, 2012

HIMAR R. AFONSO




Una semana después del estreno del año, El hobbit, terminamos nuestro particular homenaje a Peter Jackson con King Kong (2005) pues, como dijo Nestor Sánchez en el primer capítulo, varias veces ha dicho el director de El señor de los anillos que la película original de 1933, de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, fue la que le hizo soñar con dirigir sus propios filmes.

Así, el director neozelandés, tras consagrarse con la trilogía del anillo, decidió homenajear al gran gorila y realizar no un remake exactamente, sino una reinterpretación de la aventura de su infancia. Porque King Kong no puede rehacerse, ni mejorarse, y eso lo sabía Peter Jackson, simplemente volvió a contar la historia a nuevas generaciones que no podrían sobrecogerse con la maqueta del gorila de 1933 y que quizás lo disfrutarían con los efectos especiales del siglo XXI. Suficiente tiempo había pasado desde la última película que se hizo sobre el rey gorila como para permitirse el lujo de darle vida una vez más.

Cabe pues, analizar de forma comparativa la obra que iluminó a Jackson con la suya propia, cerrando su deuda particular como cineasta. Es imposible, en mi opinión, superar de modo alguno la película de Cooper y Schoedsack, pues ni de lejos la de Jackson ha tenido la repercusión que tuvo en 1933, y tampoco puede competir con el encanto nostálgico que desprende hoy ese gorila de ojos saltones, articulado y en blanco y negro. Pero lo cierto es que Peter Jackson logra darle un nuevo carácter tanto al animal como al resto de personajes, si bien a veces parece no tener claro su propia propuesta. Realmente, a la película le falta tener línea a seguir en cuanto a planteamiento; mientras que una de las mayores virtudes de El señor de los anillos es su clara y firme propuesta por realizar un cine de aventuras que se toma en serio el género, King Kong pierde fuerza en demasiados momentos, tanto en la aventura en sí, como en elementos concretos como la nueva tribu, más cercana a los Huruk Hai que a los seres humanos; todo el prólogo en su doble pretensión de conocer a los personajes y contextualizarlos en la Gran Depresión antes de emprender la aventura, y retrasar todo lo posible la esperada aparición del gorila; y, por encima de todo, la duración de la cinta: más que excesiva.

Este último punto hay que recalcarlo, pues la extensa duración genera una inercia que se traduce en “exceso constante” a todos los niveles: mientras que la película de 1933 comienza con los personajes ya en el barco de camino a esa isla misteriosa, Peter Jackson nos “regala” una hora de metraje antes de empezar la aventura, una hora que, además, no aporta gran cosa ni a nivel narrativo ni a nivel emocional, salvo descubrir sin necesidad de demasiado ingenio y sin necesidad de haber visto la obra original, que Jack Black no es el verdadero protagonista. También hay un exceso importante en las escenas de acción y en los límites que la película decide cruzar, como el salto de pértiga supraolímpico de los indígenas o el tiroteo en lianas de los tripulantes del barco, de los cuales alguno jamás había tocado una Thompson. Impresionantes escenas como la icónica pelea de Kong y el T-Rex (en plural aquí) o la persecución de los velociraptors y los diplodocus, resultan demasiado largas también. Todo esto convierte a menudo la película en una devastadora montaña rusa que te deja exhausto, y perjudica bastante al tercer acto, el que se desarrolla en Nueva York, pues es otra hora de película en la que vuelve a haber más acción y más acción, y el espectador quizás ya está cansado.

No obstante, a pesar de todos sus excesos (algo en lo que Jackson ha caído más de una vez), la película tiene muchas virtudes, empezando por la renovación de la empatía con el gorila. Consigue adaptar a nuestro tiempo el personaje de King Kong para conectar con el espectador contemporáneo (incontestables los movimientos de Serkin, como siempre), mejorando con creces la dramática caída final desde el Empire State, mucho más trágica y, evidentemente, más lograda. Además, coloca ese antiguo proverbio árabe en el momento que considera oportuno y respeta la potente banda sonora original a pesar de los arreglos del gran James Newton Howard.



El resultado es bueno, una película muy entretenida y bien realizada. Evidentemente, después de El señor de los anillos, nadie esperaba algo especial de esta película, y no lo es, salvo por el hecho de que tenga tanto significado para Peter Jackson. Desde luego, es otra prueba más de lo capacitado que está este director para realizar grandes aventuras fantásticas, siendo un referente en este tipo de superproducciones con otros directores como James Cameron, Ridley Scott, Christopher Nolan o Steven Spielberg, quien le pasará el relevo para la próxima aventura de Tintín.

Para terminar, personalmente le doy una buena nota a El hobbit, algo irregular, pero una aventura en toda regla, como el gorila de Hollywood. ¡Larga vida a King Kong!

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  1. Yo creo que este film fue bastante infravalorado. Jackson crea una aventura fantástica muy potente y bien realizada, aunque por debajo de ESDLA, claro.

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  2. Yo creo que pasó desapercibida. Para mí consigue lo principal: ser entretenida, y a mí personalmente me gusta bastante, pero estoy de acuerdo, la sensación que queda es de que no ha repercutido demasiado.

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  3. No estoy de acuerdo en que la primera parte, que se relaciona con la "depresión", sea demasiado larga; no es vano, tampoco, que comience con las imágenes de un zoológico y con el mundo del espectáculo, en casi todos los niveles; la escena de los directivos y la salida final, robo de película de por medio, antes de emprender el viaje; el hambre de la protagonista; etc. Todo esto va a tener un sentido, por supuesto, porque las características de la chica, habituada a la actuación y a "hacer reír", son las que "conquistan" a la bestia, y no simplemente "la belleza", en ese sentido hay una doble faz. Si bien hay ciertos momentos que resultan extravagantes, los suple la impecable estética de un "Mundo perdido", y la cita de Conrad de "En el corazón de las tinieblas"; me resultó interesante, y lejos de comparaciones con la de 1933, un excelente saldo de esa deuda.

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    Respuestas
    1. Visto así, parece evidente que esa primera hora de película aporta información más o menos crucial de los personajes, además de contextualizar la historia. Es cierto. Pero ¿no te sigue pareciendo excesivo? ¿No crees que en media hora se puede contar lo mismo y sin perderse nada? Me parece bien que, en contraste con la de 1933 (que empieza ya en el barco, lo cual me encanta), en esta quieran contarnos otras cosas... pero me sigue pareciendo demasiado. Y en general, es algo que me pasa siempre con Peter Jackson: me encanta, es un gran contador de historias, pero a veces me parece excesivo en duración. Un saludo!
      (Himar R. Afonso)

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