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- "Passchendaele" (2008): Sacrificio entre el fango
Posted by : El día del Espectador
marzo 02, 2013
Caroline Dhavernas: el ángel de Passchendaele |
El
cine bélico no es algo propio del cine de Hollywood únicamente y menos aún
cuando se trata de contar una historia sobre la I Guerra Mundial. Su guerra y
la de todo el mundo es la II, mientras que la guerra más horrible de la
historia cae en el olvido. Es un enfrentamiento entre el fango y la suciedad,
tanto moral como física, sin ninguna utilidad aun dentro de la inutilidad de la
guerra . Así, varias de las mejores ejemplos han venido de Francia (Capitán
Conan) o Australia (Gallipoli). Y está producción canadiense ganadora del
premio a mejor película en los Genie (los Goya canadienses para entendernos) no
se queda atrás, destacando sobre todo por mostrar la mejor batalla hasta la
fecha, captando la maldita esencia de este conflicto.
Passchendaele
puede parecer a primera vista y observando su trailer una cinta patriótica, de
exaltación de los soldados canadienses,pero nada más lejos de la realidad. Al
igual que Salvar al soldado Ryan demuestra lo cabrona que es la guerra, un
lugar sin esperanza donde al final lo único que cuenta son las personas y sus
sacrificios. Claro que se homenajea a aquellos que lucharon, pero esto no
contamina la película como tampoco lo hacía la bandera norteamericana de la
obra maestra de Spielberg. Una cosa es patriotismo y otra distinta la ceguera y
la incomprensión.
El
polifacético artista Paul Gross (director, guionista, productor, protagonista y
músico de la cinta) divide su obra en dos partes bien diferenciadas, que si
bien pueden contrastar, muestran la irrealidad de la realidad en que se vivía.
Por una parte la guerra, las trincheras, el barro, los oficiales ineptos y el
miedo en la mirada de cada hombre que sostiene un rifle. Por otra, la idílica y
un tanto ingenua Cánada que acaba de nacer como país y que vive ajena a la guerra,
aunque debajo muestre racismo, intolerancia y falso patriotismo.
Y
esto lo realiza gracias a un trabajo de puesta en escena adecuado a cada parte
(panorámicas-planos cortos; cámara al hombro-plano fijo), una fotografía que
combina luminosidad con oscuridad el aprovechamiento de unos escenarios
naturales de altura y una banda sonora magnífica y evocadora.
Además
consigue que la película funcione narativamente en los dos ambientes al rodear
la contienda bélica de una historia de amor imposible que puede recordar a
Leyendas de Pasión, Enemigo a las puertas o El último mohicano (la escena de
amor bajo el fuego de artillería) y unos acertados toques de humor.
Realmente
solo hay 15 minutos de escenas bélicas, pero es aquí donde la película se hace
grande gracias a unas metáforas y un simbolismo (aquí sí utilizado con acierto)
que la elevan por encima de la media. Consigue un clímax apasionante y trágico
a la vez que haría las delicias de un Mel Gibson en estado puro. Pero sobre
todo por esos 5 minutos en que comprendemos lo que fue la I Guerra Mundial y
como fueron sus batallas, momentos en
que la vida se escapaba con la cara hundida en los charcos de fango y cualquier
objeto servía para acabar con tu semejante. Es lo que le faltaba al War Horse
de Spielberg.
Por supuesto, ideas sobre el valor, la amistad o la necesidad de encontrar
una razón para luchar. Pero todo esto no funcionaría sin la impresionante
química que consiguen los dos protagonistas, el citado Paul Groos y la angelical,
pura y sólida Caroline Dhavernas que ofrece una interpretación de Oscar y que
afortunadamente se está abriendo paso en Hollywood. Cada vez que aparece la
pantalla se ilumina y su presencia (a pesar de superar por poco el metro y
medio de altura) eclipsa aquello que le rodea. Los dos solo tienen una regla para su amor: "no te mueras".