Posted by : El día del Espectador septiembre 14, 2012


MARCO BARADA

Introducción:

Cómo dijo Ricky Gervais al empezar su monólogo en los Globos de Oro de 2012: “¿por donde iba?”. Ah sí, la falta de ideas de Hollywood. ¿Qué está pasando para que la industria del cine no tenga imaginación? Desde hace 15 años Hollywood prefiere incentivar ideas preexistentes que arriesgarse con nuevas. Desde finales de los noventa se está dando el fenómeno de las adaptaciones de cómics, los remakes, las secuelas y ese nuevo concepto del reboot. Este “reciclaje” ha existido sin embargo desde el nacimiento del cine pero sin embargo la tendencia ha ido aumentando cada vez más. ¿Qué empuja a Hollywood a ésta práctica?

Las películas de superhéroes concentran buena parte de estos tópicos. Uno de los ejemplos más diáfanos es Spider-Man (Sam Raimi, 2002), que en su momento fue una propuesta original, ya que por fin la técnica podía plasmar el universo Marvel sin un resultado irrisorio. El filme fue un éxito y abrió la veda del cine de superhéroes. Después de Spider-Man llegaron Daredevil (Mark Steven Johnson, 2003), Hulk (Ang Lee, 2004) Hellboy (Guillermo del Toro, 2004), Los cuatro fantásticos (Tim Story, 2005) o Superman Returns (Bryan Singer, 2006), por poner algunos ejemplos. Es innegable el talento de la industria para explotar una idea, sin embargo los éxitos de cada película no bastaron y se produjeron nuevas secuelas (y realmente es un adjetivo que las califica muy bien). Se llegaron a producir tantas que nacieron las franquicias. Y con ellas descendió la calidad artística del producto.

Hollywood ha descubierto la gallina de los huevos de oro: si una idea funciona, hay que exprimirla hasta que ya no quede nada. Esto significa que en el momento en el que una línea argumental de una cierta idea pierde espectadores, es el momento de revivirla. Y aunque eso provoque el tedio de una mayoría de espectadores, se está hablando de una máquina de dinero que tiene que generar sin parar.

Secuelas, spin-offs, reboots y remakes:

Una de las soluciones ha sido el spin-off (igual que en las series de televisión), con películas en las que personajes secundarios tienen un rol protagonista. El ejemplo más claro (y exitoso) es X-men orígenes: Lobezno (Gavin Hood, 2009), en la que se retoma la historia de Lobezno al margen de los X-Men. Otra solución para la máquina de hacer dinero es el reboot. Entendido como un reinicio de la franquicia adaptado a un nuevo público, el reboot pretende darle un aire diferente al tema y hacerlo parecer un producto nuevo gracias a una nueva cara y a un reinicio del universo. Volviendo a Spider-Man, en 2012 se estrenó su cuarta entrega en forma de reboot: The amazing Spider-man (Marc Webb). La película volvía a los orígenes de Peter Parker y narraba situaciones que las otras no contaron. Otro ejemplo es X-men primera generación (Matthew Vaughn, 2011), en la que descubrimos las primeras aventuras de nuestros jóvenes mutantes.

Y por último, una de las cosas que más ha caracterizado al Hollywood de los últimos años son los remakes. Se está dando con mucha frecuencia que Hollywood se haga con los derechos de éxitos extranjeros recientes para rehacer la versión americana. Los hombres que no amaban a las mujeres (2011), de la saga Millenium, cuya primera parte re-hecha se estrenó de la mano de David Fincher, tiene una diferencia de 2 años (!) respecto a su original sueca. En este momento se están produciendo en total 75 remakes y reboots: ¿cuántos se hacían hace 20 años? Y todo este reciclaje de ideas no hace más que repercutir en el público, que se cansa, que ya ha visto las mismas películas varias veces bajo formas distintas.
                                               
Y es que la clave para entender éste proceso son las series televisivas. Coincidiendo con el nuevo milenio, la televisión ha dado a luz toda una generación de series de una calidad igual o incluso superior a la del cine. Series como las ya vistas Los Sopranos (HBO) o más actuales como Breaking Bad (AMC) demuestran una calidad artística mayor que el cine que se hace hoy en día. Eso es precisamente lo que empuja a Hollywood a las franquicias: la serialidad. Una serie de televisión con 5 temporadas, 12 capítulos por temporada y 45 minutos por capítulo permite un desarrollo tanto de los personajes como de las tramas que una narración en 120 minutos no puede soñar. Ese tiempo nos permite conocer mejor a los personajes aunque nos sorprendan cada día. Hollywood quiere competir con eso pero tiene serias dificultades. La televisión le gana terreno inexorablemente. Y es que ni siquiera el 3D o el formato IMAX dan muestras de poder plantarle cara. La Meca del Cine necesita urgentemente una renovación de ideas y de talentos, de la talla de Christopher Nolan o J.J. Abrahams. ¿Será capaz?

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