Posted by : El día del Espectador octubre 21, 2013



            Al contrario de lo que algunos puedan creer, el cine español sí es bueno. Las últimas películas españolas no podrían ser mejores: La gran familia española, Las brujas de Zugarramurdi o Caníbal están ganándole terreno a las grandes producciones americanas. De hecho, uno de los “beneficios” (si los hay) de la profunda crisis por la que atraviesa nuestra cinematografía es que al reducirse la producción solo los mejores proyectos consiguen ver la luz. O se hacen películas pequeñas pero muy artesanales como La Herida, del debutante en el largo Fernando Franco. Recién venido del festival de San Sebastián, donde ha dado la sorpresa llevándose el Premio Especial del Jurado y el Premio a la Mejor Actriz para Marian Álvarez, Franco nos habla personalmente de su película:


            La herida no es fácil ni agradable. Es opresiva, angustiante y provoca ansiedad en el espectador. La elección estética es la de acercar la cámara a la actriz y eliminar totalmente la profundidad de campo de forma que podamos fijarnos única y exclusivamente en nuestro personaje. Nos metemos en su cabeza, vemos lo que ve ella, pensamos lo que piensa ella y sufrimos (y mucho) como ella. Fernando Franco fuerza al espectador a establecer una empatía absoluta con una mujer con un grave trastorno. En ningún momento se hace referencia al hecho de que Ana tiene algún problema, simplemente lo vamos descubriendo a medida que se entra cada vez más en su interior.

Ana (Marian Álvarez) es incapaz de crear empatía.
Hay dos Anas distintas: la que tiene el control de las situaciones y la que no. En su trabajo parece que se siente relativamente satisfecha, sonríe con frecuencia y empatiza con facilidad con sus pacientes. En esas situaciones ella controla más a la gente y sus reacciones, puede predecir lo que va a pasar, por eso se relaja y no se encuentra continuamente a la defensiva. Pero es cuando pierde el control cuando surge su cara más impredecible, que puede ir desde la agresividad a las autolesiones. Es una chica que sufre continuamente, a todas horas, no es capaz de relacionarse con los demás de una manera normal. Eso sumado a una madre pusilánime que prefiere mirar para otro lado, fingir que todo está bien y que son las dos felices, no hace más que agravar el problema. Y es que la radicalidad del planteamiento de Franco llega hasta el punto de que estamos ante un mero tranche de vie, toda la película no es más que un fragmento de vida de Ana. Algunos han querido ver redención en su final; otros han visto aún más hundimiento. Pero también podría ser que todo quede como estaba, que ella siga en la misma penosa situación. Porque lo primero que hay que hacer para curarse es reconocer el problema. Y Ana aun no es capaz de verlo.

Marian Álvarez se come la película con su presencia.
         Retratar el día a día de una persona con ese trastorno es en sí una propuesta arriesgada, puede echar al público para atrás con mucha facilidad. Pero si además se opta por un estilo tan directo, que podríamos decir “quema” al espectador con cada plano, el público puede salir corriendo del cine. Pero a Fernando Franco le ha salido bien la jugada, sus tablas como montador le proporcionan una sólida base como director y que está consiguiendo una buena cantidad de espectadores en comparación con otras películas españolas en cartelera. Pero gran parte del éxito de La herida habría que atribuírselo a su principal atracción: Marian Álvarez. Cualquier actriz no levanta 100 minutos de película pero esta joven madrileña es capaz de eso y más. Su interpretación no se puede describir, llena la pantalla y la desborda, cala en lo más hondo de cada espectador provocándole una angustia vital. Sin duda se trata de un tour de force interpretativo que será difícil de superar pero que ya ha recibido su merecida recompensa en el Zinemaldia.

Fernando Franco recoge el premio en San Sebastián.
La herida no es ni será una película fácil. Pero sí que es necesaria. Su historia es tan humana y tan cercana que todos podemos vernos retratados, todos conocemos a alguien o hemos oído hablar de personas con el mismo problema o similar. Ahí radica el éxito del filme, en apelar a la humanidad de todos y contar una historia normalmente escondida pero que es parte de nuestro día a día. Franco se merece toda nuestra atención en sus próximos trabajos, que esperemos no tarden, y así pueda proporcionar al cine español más productos de calidad. Porque la herida del cine español se puede curar y este es el ejemplo.

NOTA: 7

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