Archive for octubre 2013

"TURBO", UNA CARRERA CON DEMASIADOS OBSTÁCULOS

By : El día del Espectador
HIMAR R. AFONSO


¿Qué pasaría si un caracol quisiera ser veloz? ¿Qué pasaría si lo consiguiera? Una premisa jugosa la que plantea Turbo, de David Soren, superar los límites de la Naturaleza, no conformarse con la mediocridad o con lo establecido socialmente. Sin embargo, sin ver la película ya se vislumbran los posibles problemas que puede traer el intento de convertir esta curiosidad en una historia... a lo mejor no da para tanto.

Chet y Turbo, dos hermanos muy diferentes
En este sentido, parece que narrativamente se logra mantener cierto interés gracias a pequeños puntos de giro que ocurren cada cierto tiempo, justo en los momentos en los que parece que la historia se está cayendo por su propio peso. Pero esta dificultad de materia, por así decirlo -a pesar del gran logro de solventarlo con cierta habilidad-, se percibe durante todo el metraje.

Consiguen integrar un cierto discurso en referencia a la estabilidad económica de ese pequeño centro comercial al borde de la quiebra y la necesidad de innovar, pero poco más. El circuito de Indianapolis y la Fórmula 1 funcionan narrativamente, pero en el fondo no tiene mucho sentido. Por supuesto, era predecible y necesario que en el clímax, Turbo perdiese sus veloces poderes y tuviera que enfrentarse al momento decisivo con sus verdaderas habilidades y su espíritu de lucha.


"Ningún sueño es demasiado grande ni ningún soñador demasiado pequeño"

Probablemente toda esta falta de consistencia se habría disimulado un poco mejor con algo más de humor, pero en este apartado tampoco brilla la película. Quizás el personaje de Sombra proponga cierta comicidad, pero los chistes no tienen demasiado efecto generalmente. Es posible que Turbo fuera un gran cortometraje, pero el esfuerzo por tapar las carencias intrínsecas no dejan de evidenciar los límites del largometraje que, a pesar de todo, cumple sin necesidad de ser puntilloso. Memorable, eso sí, la emoción del público infantil en la carrera final.

"La noche de los espectadores vivientes" (Especial Halloween EDDE)

By : El día del Espectador

"¡This is Halloween! ¡This is Halloween!..." cantaban en Pesadilla antes de Navidad. Y sí, Halloween ya está aquí, y desde El día del Espectador queremos rendirle homenaje desde su vertiente cinematográfica a través del género por antonomasia de estas fechas: el TERROR.

Si ya sois muy mayores para disfrazaros y salir a pedir caramelos o simplemente vais a pasar esta noche en solitario, nada mejor que coger una manta, acomodarse en el sofá y darle al play. Para ello, hemos seleccionado cada uno de los colaboradores del blog una película que consideramos ideal para estas fechas:
Desde clásicos imperecederos al slasher de toda la vida; terror llegado desde el lejano oriente o creado en suelo patrio; pasando por el ser más terrorífico de la tierra (el hombre) y un personaje del que huiréis sin mirar atrás.

Sin olvidar la sorpresa final, de la mano de nuestros amigos de Cine y Otras Drogas, que como expertos en terror han querido aportar su granito de arena y cuyos especiales sobre Halloween tampoco tienen desperdicio.

¡Apaguen las luces y que comience el terror!


[•REC] (Jaume Balagueró y Paco Plaza, 2007)
por Hugo Mugnai

Manuela Velasco, una reportera en el infierno.
La reportera Ángela Vidal y Pablo, su operador de cámara, se encuentran en un parque de bomberos de Barcelona grabando material para un reportaje durante la noche. Una llamada moviliza el parque y los reporteros acompañan a los bomberos a un antiguo edificio del centro en el que se ha reportado una actividad inusual; una anciana encerrada en su casa hace ruidos extraños. Cuando irrumpen en el apartamento, encuentran algo que quizá no debería ver la luz.

La que probablemente sea la masterpiece del tándem Jaume Balagueró-Paco Plaza es ya una referencia del cine de terror-zombies y una de las películas españolas más exitosas de los últimos años. Y es que [•Rec] tomó el relevo de películas como la pionera El proyecto de la bruja de Blair (Daniel Myrick, 1999) y llevó el subgénero del terror-cámara en mano a otro nivel, justificando por completo la presencia de la cámara al ser tratada como un reportaje fallido. 

Quizá no sea una película de terror al uso, ni una típica película de zombies, pero [•Rec] combina elementos de ambos géneros para hacer vivir al espectador 85 minutos de pura angustia que además concluyen de forma magistral.


"Pablo, grábalo todo. Por tu puta madre"


La Maldición (Ju-on: The Grudge; Takashi Shimizu, 2002)
por Himar Reyes


El terror es uno de esos géneros con más capacidad para crear imágenes que puedan convertirse en icónicas o emblemáticas, en la medida en que las exigencias en el guión suelen ser menores. La obra de Shimizu cuenta con varias de esas imágenes: la mujer bajando la escalera, la sombra en la esquina del techo, el niño debajo de las sábanas...


No levantes las sábanas.
Aparte de ser un director cuya obra resulta bastante relevante en la aportación del cine japonés al género, La maldición supone una nueva corriente de códigos y juegos de estilo del terror contemporáneo, además de generar toda una franquicia nipona-americana que tiene su origen en la versión del año 2000 y sus sucesivas secuelas y relecturas (como el caso de la obra de 2002), o las adaptaciones americanas de El grito. Lo resaltable de esta colección es que todas son dirigidas por Takashi Shimizu. Como referencia, la película aquí citada.

FRASE: Difícil destacar una frase por encima del emblema de esta historia: el espíritu de la mujer maldita bajando deformada  la escalera y emitiendo el mítico sonido de puerta de madera entreabriéndose. Escalofriante.

Nosferatu (F. W. Murnau, 1922)
por Marco Barada

El conde Orlok o Nosferatu el vampiro.
Uno de los grandes tótems del terror en la cultura universal es la figura del vampiro, un ser ni vivo ni muerto que se alimenta de algo tan básico y animal como la sangre humana. En 1922, tras uno de los períodos más oscuros de la historia del viejo continente, Friedrich Wilhelm Murnau se atrevió a realizar la primera adaptación del mito rumano de Nosferatu.

De la mano de la iluminación, Murnau creó una atmósfera a la vez fantástica y terrorífica en el que las sombras son aún más peligrosas que el propio conde Orlok. Su intérprete Max Schreck (cuyo apellido significa “miedo” en alemán), de quien se decía que realmente era un vampiro, conformó un personaje desprovisto de toda humanidad con una mirada tan penetrante como un cuchillo que congela al espectador.

A pesar de haber pasado a la historia del cine, no lo hizo así a la cultura popular, pero sus imágenes siguen teniendo un enorme poderío visual a pesar de sus 91 años de edad. Nosferatu es el verdadero vampiro, es a él a quien tendríamos que temer y tener en cuenta al hablar del vampirismo, porque Murnau supo captar a la perfección el espíritu del mito.

¿Es esta tu mujer? Que garganta tan encantadora”.


Viernes 13 (Sean S. Cunningham, 1980)
por Néstor Sánchez


La película comienza con un campamento de verano que reabre sus puertas tras el desagradable acontecimiento de hace unos años, donde uno de los niños murió ahogado. Ahora los monitores deben pasar la noche allí mientras reparan y preparan el campamento para la nueva temporada. Lo que no saben es que será la última noche de sus vidas, ya que en ese bosque frondoso recae una maldición.

De las películas que tenemos en la lista puede que sea esta la más “conocida” pero también es la más desconocida, esto es debido a: la leyenda del famoso asesino Jason. La conoce todo el mundo, todos sabemos lo que le ocurrió en el campamento Cristal Lake. Pero pocos conocen lo que ocurre en la primera película, desgraciadamente la careta y el machete se han hecho tan famosos que hacen que olvidemos los acontecimientos de la misma. Verla o verla de nuevo y os llevareis una grata sorpresa con el final de la película.

Con un estilo cercano a Hitchcock y una visión próxima al voyeurismo , la película avanza bajo la mirada subjetiva del asesino, que espera el momento adecuado para matarles de las maneras más sangrientas posibles. Con algún que otro susto, suspense, y un jovencísimo Kevin Bacon, es la película perfecta para verla la noche de Halloween, mientras estás solo en casa.

“¡Estais malditos!¡Todos estáis malditos!”


À meia-noite levarei sua alma (José Mojica Marins 1963)
por Diego Real

Primera parte de la saga de Zé Do Caixao, mítico personaje creado por José Mojica Marins tras,supuestamente, un sueño . Una obra culmen del cine brasileño siniestra y polémica, mediante la cual han comparado a Mojica Marins con Buñuel, Bava o Jodowrosky.

Sin  desvelar mucho de la trama y de sus delirantes escenas (las cuales se os marcarán en las retinas de por vida) hablaré de Zé Do Caixao. Es un personaje siniestro, enterrador y de largas uñas que representa el mal personificado dejando a  iconos del terror como Jason o Freddy (al que inspiró en su guante) como verdaderos aficionados.  Es sin duda un demonio, ¿o quizás no? Es un “demonio” que se rebela mediante sus actos crueles contra una sociedad hipócrita. Un “demonio” que defiende a los niños, ya que ellos representan la pureza y de nosotros depende forjarles el futuro. Un “demonio” que te invita a reflexionar sobre la línea entre la vida y la muerte mediante sus excelentes citas filosóficas. Todo ello con una estética que sabe  hacer de sus carencias presupuestarias uno de sus mayores aciertos.

Un film acojonante, cercano a los personajes retorcidos y enfermizos de un cómic pulp de terror. Una experiencia cinematográfica cercana al tren fantasma de una feria local, en la que el chirrío del vagón y los monstruos medio rotos y mal iluminados crean un efecto más inquietante que toda la filmografía de James Wan. Obligatorio su visionado si queréis pasar miedo. Si os atrevéis…

"¡Hoy comeré carne, aunque sea carne humana!"



Escalofrío (Frailty; Bill Paxton, 2001)
por Álvaro Tejero

En la época en que los cinéfilos de pro odiaban las interpretaciones del gran Matthew McConaughey, el actor Bill Paxton (protagonista de una de las obras maestras escondidas de los 90: Un plan sencillo de San Raimi) se estrenó en la dirección con un cuento terrorífico que sigue la estela de La noche del cazador.

¿quién es el asesino?
Aunque la sangre, los monstruos infernales o lo paranormal suelen ser el epitome de lo terrorífico; creo que no hay nada más aterrador que el propio ser humano. Escalofrío es una película perturbadora que habla sobre la fe y sus peligros, el fin de la inocencia, la verdadera justicia y el mal en todas sus dimensiones. Una cinta de terror escondida bajo un disfraz de thiller de asesino en serie sin una gota de sangre.

Llena de referencias bíblicas, con un final que aporta más interrogantes que respuestas (no quiero desvelar las sorpresas) y que deja vislumbrar la justificación del castigo divino en manos de de un mortal. Escalofrío es una cuento al igual que La noche del cazador, pero no debemos permitir que caiga en el olvido en el que tantos años vivió la obra maestra de Charles Laughton.

Al menos, Bill Paxton no ha corrido su misma suerte y ha podido volver a dirigir. Y si aun no os he convencido, espero que lo hagan las palabras de Stephen King: "única, provocadora, que te mantiene agarrado a la butaca".


"La voluntad de Dios se ha cumplido"


Creepshow (George A. Romero, USA, 1982)
 por Iván Fanlo del blog Cine y Otras Drogas

Durante los años 50, de la mano de Bill Gaines y Al Feldstein, EC Cómics revolucionó el tebeo americano en plena guerra fría.  Esta transgresión vino dada por su temática terrorífica mezclada con dosis de humor, perfecto para jóvenes cansados de tramas más inocentes.Tal fue la repercusión, que, por primera vez, se creó un club de fans de una editorial. Sus publicaciones respondían a un mismo esquema: un misterioso anfitrión presentaba las historias de forma cáustica; el más famoso de ellos, El guardián de la cripta.  Tristemente, la creación del comic code, el código de censura del cómic americano, obligó a cerrar las revistas. Pero el legado de EC ha sido muy grande, tanto en tebeos, cine y televisión.

En 1982, George A. Romero y  Stephen King unieron sus fuerzas para homenajear  aquellos cómics que tanto amaban de jóvenes, como ya hiciera el británico Freddie Francies en 1972 con Tales from the crypt.

La película nos muestra cinco historias cortas de terror, con bastantes dosis de humor y mala leche. Venganzas sobrenaturales, cucarachas asesinas, un meteorito que cae del cielo o extrañas criaturas encerradas en una olvidada caja, son algunas muestras del catálogo de horror que contiene  el film.

El reparto del film reúne viejas glórias del fantástico (Tom Atkins, Adrienne Barbeau, Hal Holbrook, Leslie Nielsen), actores televisivos que más adelante conseguirían éxito (Ed Harris, Ted Danson) y alguna que otra sorpresa (Joe Hill, Tom Savini o el propio Stephen King).

Si al cocktail le añadimos la deliciosa y colorista fotografía de Michael Gornick -muy cercana al estilo cómic- , la banda sonora de John Harrison -entre lo irónico y lo pesadillesco, -, y  los siempre geniales fx de Savini, el resultado final es perfecto para una divertida noche de Halloween entre amigos. 

El éxito del film derivó en dos continuaciones  -una segunda muy disfrutable y la tercera totalmente olvidable- y la realización de decenas de films y series de las mismas características: Los ojos del gato, Tales from the darkside, Historias de la cripta, etc.

"Yo te enseñaré a no tirar mis tebeos...¿Listo para otro pinchazo, papá?"

 Fuentes: Tales from the crypt, vida y muerte, Enrique Torres

El terror y el miedo, emociones de las que huimos siempre, pero que gracias a la magia del cine se convierten en sensaciones placenteras y adictivas. Viva Halloween.

GRAND PIANO. Diagnóstico de un desastre.

By : El día del Espectador

 HUGO MUGNAI

Cuando vamos al cine siempre nos enfrentamos a un riesgo inevitable: es posible que nos topemos con un bodrio. Y es que la cartelera siempre ha sido una lotería, como diría Forrest, “como una caja de bombones”. Por eso es probable que es ocasiones salgamos de la sala con una sensación algo agria, porque por poco que nos guste, hay pelis malas. Pero dentro de esas pelis malas podemos encontrarnos desde la que no nos ha terminado de convencer, pasando por la que era bastante tonta hasta la más temida de todas...el bodrio total.  Y es que cuando uno sale del cine de ver Grand Piano no puede evitar la sensación de haberse enfrentado a ese feroz enemigo.

La película, dirigida por el poco conocido Eugenio Mira –el que fuera director de Agnosia (2010)– se presenta como un thriller hitchcockiano de gran suspense. Tom Selznick (Elijah Wood) es un pianista con miedo escénico que vuelve a dar un concierto tras cinco años de parón. Pero cuando el recital empieza, Tom descubre que alguien le está apuntando con un rifle, y que si falla una sola nota de la partitura, morirá. Así, de la mano del en este caso productor Rodrigo Cortés, Mira trata de construir una película magnética con el espíritu de Buried (Rodrigo Cortés, 2009). Y el resultado no podría ser más desastroso.

Pero, ¿por qué es Grand Piano un desastre a pesar de lo interesante de la premisa? Tratemos de averiguarlo haciendo un “diagnóstico de Grand Piano”:

Encefalograma del guión

- Riesgo en la idea: La idea en la que sea sustenta supone un riesgo enorme para el guionista, que se debe enfrentar al objetivo de mantener al espectador pegado a la pantalla viendo a un hombre tocar el piano todo el tiempo. Si Chris Sparling logró conseguirlo con un hombre en un ataúd, Damien Chazelle fracasa estrepitosamente.
Más de uno agradecería que apretaran el gatillo
- Descalcificación de los personajes: El propio protagonista, que aparece en la gran mayoría de los planos, resulta un personaje pusilánime, que si bien podría haber resultado atractivo como un Cary Grant en incomprensibles apuros, queda diluido entre una serie de personajes vacíos y plagados de tópicos que no ayudan para nada al desarrollo de las tramas.
- Insuficiencia de verosimilitud: Probablemente la mayor carencia de la película sea la falta de credibilidad. Y es que el guión está sembrado de situaciones increíbles, en las que las cosas suceden de forma injustificada y oportunista. Todo un homenaje al Deus Ex Machina. Así, el espectador tiene difícil creerse lo que está viendo, y si uno no se cree un thriller...

Cardiograma de dirección

Mira no está a la altura del reto...ni de Wood
- Impotencia de cámara: Eugenio Mira apuesta por una dirección de cámara no convencional. Apuesta...y pierde, porque salvando un par de propuestas interesantes, la mayoría de movimientos de cámara resultan forzados e incluso mal ejecutados (dollies que tiemblan y encuadres dubitativos). Si uno no es Orson Welles es importante no creérselo.
- Artrosis actoral: Cuando llega el momento de dirigir a los actores y los personajes de por sí no están bien desarrollados, es importante tratar de que al menos las interpretaciones sean creíbles. Y de nuevo, pinchazo. Ni siquiera Elijah Wood se salva, cayendo a veces en la caricatura.
- Arritmia en el montaje: Para colmo, el montaje llega a ser absurdament frenético en ocasiones, sin lograr generar la tensión deseada y contribuyendo al naufragio.

Síntomas

- La trama resulta ajena al espectador, convirtiendo el thriller en un teatrillo inverosímil e increíble y produciendo un innegable “gatillazo” en el suspense.
- La sensación de que todo sucede de forma bizarra e incomprensible alimenta la sensación de que el filme cae irremisiblemente en el ridículo conforme avanza el metraje.
- La mezcla de ambas sensaciones puede generar la extraña sensación de que la cinta está cayendo en la autoparodia cuando en realidad se está tomando muy en serio a sí misma.

Así pues, recetamos a Grand Piano una (y varias) reescrituras de guión que incluyan subtramas y le den un background a los personajes, un buen storyboard, y mucho amor al cine y a las buenas historias. Aunque quizá sea un poco tarde.

NOTA: 3’5







EL CINE ESTÁ VIVO

By : El día del Espectador

HIMAR R. AFONSO

Llegó la quinta edición de la Fiesta del Cine y, con ella, los precios de ensueño para disfrutar de esa experiencia mística, espectacular y colectiva que es el visionado de una película en una sala de cine. 

En mi caso, asistí al primer día de esta curiosa “fiesta” para ver Caníbal, de Martín Cuenca, ya que la tenía pendiente (película que, dicho sea de paso, recomiendo a todo el mundo, a pesar de que a mi compañero Hugo Mugnai no le agradó en exceso). Si bien el año pasado hubo bastante movimiento del público ante la iniciativa, parece que la posibilidad de conseguir la acreditación online ha triplicado notablemente la asistencia de espectadores. Tan notable como que se me quitaron las ganas de repetir. En mi caso, pude ver cómo Kinépolis sufría un desborde de aforo posiblemente histórico, con colas que rellenaban el espacio como la serpiente del mítico juego Snake. Y este desborde no fue menor en la red, pues las páginas se colapsaron y tuvieron que reabrir el sistema de acreditaciones. González Macho, presidente de la Academia de Cine, ha resaltado que no sería viable mantener los 2,90€ en las entradas de forma permanente, debido a los impuestos, pero ha apuntado que el efecto causado en el primer día de la Fiesta del Cine (una asistencia a las salas cinco veces mayor de lo normal) merece ser tenido en cuenta por la industria.

Yo, personalmente, voy suficientes veces al cine como para volver a pasar la terrible experiencia de hacer colas interminables, sudar hasta conseguir mi entrada y contemplar a la sociedad en plena efervescencia consumista por un pase de, eso sí, precio memorable. Sin embargo, este pequeño fenómeno me hace reflexionar respecto a la situación actual de la cultura y la sociedad, de los nuevos hábitos de consumo y las nuevas fórmulas narrativas. Es evidente que el cine pasa un mal momento, pero no lo audiovisual. Hace un par de semanas pude escuchar a Pablo Berger que nos eoncontramos en la época en que más contenido audiovisual se consume en toda la Historia, sugiriendo que, pese a la crisis económica y a las evidentes dificultades de la industria, hay que ser optimista. Que la convergencia de medios ha precipitado nuevas fórmulas narrativas para la ficción televisiva y para el cine, es incuestionable, y los múltiples nuevos soportes diversifican exponencialmente las vías de consumo de las películas. La cultura de la convergencia ha cambiado las reglas del juego y nos presenta un panorama más bien poco alentador para quienes estrenan obras en cines y festivales. Los nuevos medios están lejos de las salas, están ahí fuera e interactúan con los consumidores... 


Mi posición es un tanto escéptica ante este cambio cultura y social que vivimos. Afirma Henry Jenkins, gurú del transmedia, que los fans son ahora el centro de la cultura, ya que su poder es mayor que el de los productores de la industria. Nadie puede negar que el perfil del consumidor ha cambiado y, consecuentemente, las propuestas narrativas. La televisión lo tiene más fácil para adaptarse a los nuevos mercados, ya que la publicidad sigue siendo su principal herramienta, pero el cine no. El cine depende de que la gente esté interesada en ver las películas en una pantalla gigante, y entre tablets, smartphones y circulación online, parece que dicho interés se acaba, y el cine se agota.

Pero entonces llega un afortunado evento como el de estos días y todo este discurso transmediático se contradice. De repente -¡Oh Dios!- la gente ha ido al cine. Borraron sus descargas en calidad screen y fueron a ver Prisioneros; cogieron a sus hijos y sobrinos y los metieron en Turbo o Justin y la espada del valor; dejaron su iPad 5 para rendirse ante el Dolby Surround y el 3-estafa-D. Creo que ha quedado demostrado que la gente prefiere ir al cine antes que ver las películas en el ordenador o en la tele. Por supuesto, habrá de todo, pero dudo que nadie pueda discutir que no es comparable la experiencia de una pantalla gigante a la de un televisor u ordenador portátil... o algo peor. No es cuestión de tamaño. En cuanto a los hábitos de consumo, no seré yo quien niegue el cambio de la sociedad, el cambio cultural en cuanto a la relación de los ciudadanos con las industrias culturales, la convergencia de medios, la inteligencia colectiva, la interacción, los nuevos soportes... es evidente que todo eso existe, y quizás dentro de cinco generaciones (dudo que antes) me tenga que tragar mis propias palabras. Pero si me preguntan “¿por qué la gente va menos al cine?”, no pondré en primer lugar la transformación social, el cambio cultural o generacional. Pondré en primer lugar el factor económico.

El cine es caro. El impuesto del 21% es una puñalada realmente violenta, sí, pero el cine es caro. Me han argumentado alguna vez que, en proporción con lo que cuestan las películas, ir al cine es incluso barato. En tal caso, entramos en otro tipo de debates respecto a si es ético o no gastarse 200 millones de dólares en una superproducción de dudosa calidad artística -y lo dice uno que se ha visto la mitad de la factoría Márvel-. No quiero entrar en demagogia barata ni meterme en pantanales, pero si el problema reside en lo caro que resulta levantar una producción, mi solución es la siguiente: no gastes tanto. El derroche en muchas ocasiones no está justificado. El cine es caro y los tiempos, difíciles; la gente iría todos los fines de semana al cine por cuatro o cinco euros; por nueve o diez (en el mejor de los casos), no.


Por tanto, solo puedo decir que el cine no se agota, aún no. Pese a las nuevas tecnologías y los nuevos hábitos de consumo, sigue sin superarse la experiencia de ir al cine; pese al fácil acceso a los contenidos y al mal momento de la industria, la gente elegiría antes una sesión en sala a un ordenador; a pesar de todas las dificultades, lo audiovisual sigue creciendo; pese a todo, el cine aún está vivo.

LA HERIDA o el cine español bueno

By : El día del Espectador


            Al contrario de lo que algunos puedan creer, el cine español sí es bueno. Las últimas películas españolas no podrían ser mejores: La gran familia española, Las brujas de Zugarramurdi o Caníbal están ganándole terreno a las grandes producciones americanas. De hecho, uno de los “beneficios” (si los hay) de la profunda crisis por la que atraviesa nuestra cinematografía es que al reducirse la producción solo los mejores proyectos consiguen ver la luz. O se hacen películas pequeñas pero muy artesanales como La Herida, del debutante en el largo Fernando Franco. Recién venido del festival de San Sebastián, donde ha dado la sorpresa llevándose el Premio Especial del Jurado y el Premio a la Mejor Actriz para Marian Álvarez, Franco nos habla personalmente de su película:


            La herida no es fácil ni agradable. Es opresiva, angustiante y provoca ansiedad en el espectador. La elección estética es la de acercar la cámara a la actriz y eliminar totalmente la profundidad de campo de forma que podamos fijarnos única y exclusivamente en nuestro personaje. Nos metemos en su cabeza, vemos lo que ve ella, pensamos lo que piensa ella y sufrimos (y mucho) como ella. Fernando Franco fuerza al espectador a establecer una empatía absoluta con una mujer con un grave trastorno. En ningún momento se hace referencia al hecho de que Ana tiene algún problema, simplemente lo vamos descubriendo a medida que se entra cada vez más en su interior.

Ana (Marian Álvarez) es incapaz de crear empatía.
Hay dos Anas distintas: la que tiene el control de las situaciones y la que no. En su trabajo parece que se siente relativamente satisfecha, sonríe con frecuencia y empatiza con facilidad con sus pacientes. En esas situaciones ella controla más a la gente y sus reacciones, puede predecir lo que va a pasar, por eso se relaja y no se encuentra continuamente a la defensiva. Pero es cuando pierde el control cuando surge su cara más impredecible, que puede ir desde la agresividad a las autolesiones. Es una chica que sufre continuamente, a todas horas, no es capaz de relacionarse con los demás de una manera normal. Eso sumado a una madre pusilánime que prefiere mirar para otro lado, fingir que todo está bien y que son las dos felices, no hace más que agravar el problema. Y es que la radicalidad del planteamiento de Franco llega hasta el punto de que estamos ante un mero tranche de vie, toda la película no es más que un fragmento de vida de Ana. Algunos han querido ver redención en su final; otros han visto aún más hundimiento. Pero también podría ser que todo quede como estaba, que ella siga en la misma penosa situación. Porque lo primero que hay que hacer para curarse es reconocer el problema. Y Ana aun no es capaz de verlo.

Marian Álvarez se come la película con su presencia.
         Retratar el día a día de una persona con ese trastorno es en sí una propuesta arriesgada, puede echar al público para atrás con mucha facilidad. Pero si además se opta por un estilo tan directo, que podríamos decir “quema” al espectador con cada plano, el público puede salir corriendo del cine. Pero a Fernando Franco le ha salido bien la jugada, sus tablas como montador le proporcionan una sólida base como director y que está consiguiendo una buena cantidad de espectadores en comparación con otras películas españolas en cartelera. Pero gran parte del éxito de La herida habría que atribuírselo a su principal atracción: Marian Álvarez. Cualquier actriz no levanta 100 minutos de película pero esta joven madrileña es capaz de eso y más. Su interpretación no se puede describir, llena la pantalla y la desborda, cala en lo más hondo de cada espectador provocándole una angustia vital. Sin duda se trata de un tour de force interpretativo que será difícil de superar pero que ya ha recibido su merecida recompensa en el Zinemaldia.

Fernando Franco recoge el premio en San Sebastián.
La herida no es ni será una película fácil. Pero sí que es necesaria. Su historia es tan humana y tan cercana que todos podemos vernos retratados, todos conocemos a alguien o hemos oído hablar de personas con el mismo problema o similar. Ahí radica el éxito del filme, en apelar a la humanidad de todos y contar una historia normalmente escondida pero que es parte de nuestro día a día. Franco se merece toda nuestra atención en sus próximos trabajos, que esperemos no tarden, y así pueda proporcionar al cine español más productos de calidad. Porque la herida del cine español se puede curar y este es el ejemplo.

NOTA: 7

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