Posted by : El día del Espectador julio 10, 2012



                                                                          HIMAR R. AFONSO

De vez en cuando surgen películas que, de alguna manera, marcan un cambio en la historia, son ejemplo canónico de un movimiento o una corriente artística, o resumen de forma bastante eficaz un momento determinado de la evolución del cine; "Grupo salvaje (The Wild Bunch, 1969) es una de ellas.

Para hablar de esta obra primero es necesario contextualizar a su autor, Sam Peckinpah, probablemente uno de los directores norteamericanos más influyentes del modernismo y uno de los más olvidados también. Parece que hoy en día y desde hace años se le ha reconocido su aportación al cine, que le costó luchas sin fin con productores, ver cómo censuraban sus obras y morir sin saber que al final se le reconocería todo su trabajo y su propuesta artística. El director californiano desplegó en su escueta obra cinematográfica alrededor de quince películas, de las cuales algo más de la mitad eran westerns. Si algo caracterizó el cine de Peckinpah, sobre todo en los westerns, fue la crudeza de sus imágenes y de la representación de la realidad, una realidad desencantada, violenta y dura; a esto debemos añadir un estilo en el montaje capaz de acompañar la violencia de las propias imágenes y de concebir las situaciones en perspectiva múltiple, con un innovador ejercicio del ralentí. Respecto al western, cambió algunas de las bases del género en sí y, teniendo en cuenta que es el género que mejor refleja la realidad y la sociedad estadounidense, la modificación que Peckinpah realizó en sus películas sentó una de las bases del inminente cambio al modernismo que protagonizarían autores como Coppola, Scorsese, Lucas o Scott y Spielberg (sí, Spielberg); y esta nueva era, el modernismo, comienza en los setenta, lo cual convierte a la fecha de "Grupo salvaje", estrenada en 1969, en otro valor simbólico de la obra, que sirve tanto para asentar la carrera de un director (que seguiría haciendo películas) como para resumir los antecedentes de una nueva tendencia.

Pero ¿dónde reside la importancia de Grupo salvaje? Peckinpah elaboró una nueva forma de entender la violencia, de representarla. Frente al estilismo del cine clásico, a su dogma “insinuar antes que mostrar”, a su épica, Peckinpah mostraba y, además, sin tabúes. Pero su concepción de crudeza comenzaba en la construcción de los personajes, que desde su segunda película "Duelo en la Alta Sierra" (Ride the Hight Country, 1962) mostraba la decepción, la mezquindad y la maldad, algo que hasta entonces solo se podía ver en los villanos y de forma idealizada, casi teatral; aún así, en estas primeras obras todavía nos regala buenas conciencias y se satisface la necesidad del “hacer lo correcto” pero, con todo, no hay teatro en la maldad de los personajes de Peckinpah, que a menudo serán los protagonistas, como Heston en Mayor Dundee (Major Dundee, 1964) o como los miembros del “grupo salvaje”. Y a diferencia del cine de John Ford o Howard Hawks, estos protagonistas no buscan la redención de su alma, aunque sí que serán castigados en muchas ocasiones; mientras que el western clásico idealiza un mundo en el que la civilización se construía mientras se descubrían nuevas tierras, Peckinpah se mueve en la decadencia de esa sociedad joven y, al igual que sus víctimas, primitiva, salvaje.


Son cuatro pistoleros ya veteranos los protagonistas de la película cumbre del director estadounidense; su pasado está plagado de robos, atracos y tiroteos, algo que sigue vigente en el presente. De pronto se verán acorralados en la frontera con México, perseguidos a la vez por cazadores de recompensa y el ejército mexicano. Por tanto, la historia gira en torno a la supervivencia de un grupo marginal, desplazado de la sociedad y que ahora es perseguido. A diferencia del western clásico, en donde las fechorías del protagonista pertenecen a un pasado que únicamente se conocerá mediante insinuaciones (recurso patrocinado por el maestro Ford), el nuevo western americano centra sus relatos en ellas. No hay moral en la premisa de "Grupo salvaje", ni debe haberla. La estética de Sam Peckinpah no está en los imperiales planos generales de El Colorado, ni en la puesta de Sol que cierra un cuento mágico de historias y leyendas, sino en la desgracia humana, en la pérdida de identidad como nación que sufría la sociedad norteamericana, en la crueldad del hombre y en la inmoralidad que de pronto verá un destello de esperanza, en el momento en que deciden sacrificar su vida por un compañero. Y entonces a esto se le une la potencia visual del director que decidió golpear en la cara del espectador sin tapujos y mostrarle lo que hace una bala que atraviesa el pecho de un hombre, o la actitud que tiene ante una mujer y su forma de tratarla, dejándole una moneda de propina como máximo exponente del valor que tiene. Esos son los protagonistas de "Grupo salvaje", hombres que matan y asesinan, que maltratan a las mujeres y que roban todo lo que pueden... pero que quisieron salvar a su compañero, en la que probablemente sea la mejor escena de tiroteo que haya podido contemplarse nunca, solo puesta a prueba por el gran Michael Mann y su frenética Heat, solo olvidada por aquellos que no la vieron.

Al gesto final de moral, de honor incluso, que tienen los protagonistas, le apoya un retrato constante de las relaciones entre los personajes, canallas todos que sin embargo poco a poco van conectando tanto por convenio (se necesitan) como por sincera fraternidad. Y es en esta interrelación en la que reside el arte de Peckinpah, en el retrato del hombre como despojo social e inmoral y sus pruebas de humanidad, en la violencia del gatillo y la muerte, y las razones de apretarlo, en el castigo de los protagonistas por renunciar al honor y a la decencia. Sin ser "Grupo salvaje" el máximo exponente de “la firma Peckinpah”, pues nada supera la brutal e impactante "Perros de paja" (Straw Dogs, 1971), sí que es seguramente la más importante de su obra, por suponer la culminación de su particular transformación del western y por conseguir trascender a la propia historia para generar la nostalgia por el western clásico, con el que se podía creer en un mundo mejor; la nostalgia que generaba John Wayne al caminar hacia la puesta de Sol la genera aquí el ver que el mundo ya cambió, que los ideales se perdieron y que la frontera del lejano Oeste se había olvidado; y si bien el modernismo debe sus referencias a poderosos cineastas como Arthur Penn, Richard Fleischer o Franklin J. Schaffner, mucho más se podría decir de Sam Peckinpah, que condujo incluso a sus contemporáneos y que, olvidado él, selló con "Grupo salvaje" esa frontera a la modernidad.

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